DESALMIDONADOS

La Galotti contestó el aviso de secretaria y terminó haciendo reportajes explosivos. Viviana Gómez la sucedió en el puesto en un tiempo breve, pero suficiente como para apoderarse de dos apellidos: Thorpe, por su habilidad para servir el café y Blotta, por su habilidad para conquistar al Director de ese apellido (no a mí). La tercera -la vencida- fue Nelly Corral, que tuvo la desgracia de ser una ingenua conviviendo en un grupo impiadoso que, para peor, empezaba a consolidarse.

-Estoy con conjuntivitis- había dicho ese mediodía y Galotti le sugirió que no usase las toallas del baño porque alguien podría contagiarse. Nelly le dijo que ya era tarde, que ya lo había hecho. Jorge Guinzburg ya había perdido la timidez del que recién entraba a la redacción y no necesitó oír más. Una hora más tarde y con la ayuda de su cómplice Carlos Abrevaya tuvieron especial cuidado en arreglar la escena para que Nelly estuviera cerca:

-¡Estoy ciego! ¡Estoy ciego! -gritaba

-¿Pero qué te pasó?- le preguntaba Carlos

-¡No sé! ¡No sé! Estaba lo más bien hasta que me sequé la cara con la toalla del baño.

Nelly temblaba y simulaba seguir escribiendo a máquina aunque en la hoja todo lo que se leía era "XXXXXXX".

-A ver, déjame a mi. Yo sé de oftalmología- mentí y revisé a Jorge -No viejo, no. Tenés que ser fuerte, no se como lo vas a tomar, pero tuviste un mal contagio de conjuntivitis. Podés llegar a quedarte ciego si no te operás.

-¡Nooo!- bramó Jorge -Yo que quería ver a mis nietos retozar por los verdes jardines, escuchar a los pájaros croar sus sones melodiosas, escribir "El Aleph", ¡llegar a Presidente de Velez!. Y un simple contagio de conjuntivitis minó toda esa sed de vivir.

-Está el recurso de la operación -repetí mientras la gente se ponía en un círculo asfixiante para Nelly que seguía fingiendo que tecleaba.

-No tengo dinero. Soy sólo yo y mi circunstancia. Tengo deudas de juego, de amor y de guerra.

-Pero podemos ayudarte...-arriesgó tímidamente Nelly levantando la cabeza del papel definitivamente estropeado por letras equis.

-No Nelly, te agradezco la buena voluntad. Siempre supe que eras una amiga y es en estas circunstancias cuando uno descubre el valor del compañerismo. Acá lo que hay que hacer es atrapar al criminal, al asesino que se limpió en la toalla del baño. Tenemos que impedir que ese psicópata siga pudriendo a la sociedad.- algunos empezaban a irse para reírse al pasillo.

-Pudo haber cometido un error...

-En estas cosas no hay errores Nelly. Hay premeditación y alevosía. ¡Sanzol, llamá al inspector Bermúdez!. Esto se tiene que aclarar. ¡Se tiene que aclarar!

-¡No, no! No llames a nadie. Fui yo. Pero no fue culpa mía. No sabía...-decía entre llantos la conjuntivítica pocos segundos antes de que Jorge recuperara la capacidad de la visión.

El equipo ya había pasado los meses de ablande. Ya se había transformado en barra y el éxito los cohesionaba todavía más. Mi idea de poner una foto de cada uno nos servía para ganar admiradores incondicionales que nos paraban para que les firmáramos autógrafos, como si fuésemos estrellas de tevé. Los de la vieja guardia abandonaban el éxito ofendidos por el "tono subido" que iba ganando la revista. No había grandes problemas de celos -todavía- y las reuniones creativas del equipo se había trasladado de la pequeña redacción a "La Llamita", un restaurant que estaba ubicado en Suipacha y Córdoba donde el equipo almorzaba mientras tramaba alguna maldad para el número siguiente. Cascioli se sentaba en la cabecera y elegía el menú para todos. Nadie desafiaba su autoridad gastronómica. Los dibujantes iban sólo si era imprescindible. Rara raza la de los dibujantes. Callados, introvertidos...siempre los vi como la fuerza invisible de la revista. Preferían el tablero a la gloria de la marquesina. Claro que los dos tanos, Blotta y Cascioli son dibujantes de primer nivel y no son el mejor ejemplo para apoyar mi -quizás- absurda teoría. Pero pienso también en el contraejemplo: Sanzol, Kalondi, Tomás Sanz, Caloi, Grondona White, todos tan talentosos como imperceptibles.

"Esto demuestra que la carne uruguaya es la mejor del mundo", comentamos cuando fue noticia el hallazgo de los 19 jóvenes encontrados en la Cordillera que se habían valido de la carne de sus compañeros -antropofagia que le dicen- para sobrevivir. "Siempre azafata, siempre azafata. ¿No hay un poco de piloto?" fue otra de las muestras del "ingenio popular" que en realidad surgía de la redacción.

¿Y los límites? No había. Si cada vez que apretábamos el acelerador, el velocímetro marcaba más ejemplares vendidos. Los editores contentos con los billetes y la tropa entusiasmada que se lanzaba a hablar de política y sexo -dos temas conflictivos- sin mordazas. Y el summun era precisamente juntar sexo y política, como dibujar a Alsogaray mostrando el culo vestido de bataclana.

La tapa que tanto había enervado a Duelo Cavero mostraba a Cámpora sentado en el "inodoro de Rivadavia" que desenrollaba un papel higiénico con las boletas de los partidos que habían perdido por lejos en las recientes elecciones. "En este lugar sagrado", era el provocativo título. Un número "repleto de sexo" se anunciaba. "El sátiro vírgen"; camas y más camas -de agua, de cuatro plazas y hasta tradicionales-; "curso libre de divulgación sexual" dibujado por Oski; la vida sexual de Patoruzú; fotos de chicas semidesnudas; "los vicios secretos de los argentinos" deschavados por Carlos Trillo y Alejandro Dolina. Y la combinación tan temida: sexo & política en "una película argentina que jamás se verá", un artículo que denunciaba la censura de "Repita con nosotros el siguiente ejercicio", un aparente bodrio protagonizado por Arturo Mally y Nelly Tesolín que efectivamente nunca pudo verse en los cines. Pero junto con ese film se deschavaba la lista de las otras películas de "circulación restringida" como "Operación Masacre" de Jorge Cedrón o "Alianza para el progreso" de Julio Ludueña.

Era suficiente. "Satiricón Nº 6" fue secuestrado. En el número de fin de año confesamos las ráfagas de autocensura -fugaces pero contundentes- que vinieron después de ese, el primer garrón.

Los colegas lo empezaron a considerar un talentoso y el insistía -¿modestia?- en considerarse un buen improvisado. El Tano Andrés Cascioli no sabía diagramar y era el encargado de la parte gráfica de la revista. Tampoco sabía hacer caricaturas y la mayoría de las tapas de "Satiricón" fueron firmadas por él.

Como "director estético" Andrés se destacó gracias a su ignorancia del "metier". Acostumbrado a la publicidad, diagramaba cada página como si fuese un aviso y los artículos se hacían llamativos, seductores y "aireados". Sin demasiados conocimientos de diagramación había logrado que el lector se sintiese invitado a la lectura.

En cuanto a su otra función, pude ser testigo de que el mejor caricaturista de Argentina hizo su primer tapa de casualidad y con miedo. Había que cerrar el número 7 y no me acuerdo qué le había pasado a Durañona, el caricaturista oficial. No teníamos tapa. Andrés era el responsable de ese área y decidió afrontar él la tarea. Un día completo le llevó hacer la tapa de "El sol del 25 viene asomando". El sol era Perón y unas olas muy "setentistas" tapaban a un Lanusse con paraguas haciendo la V con los dedos. Desde ese número ese caricaturista improvisado fue el encargado de las tapas de todas las revistas de las que formó parte.

Asquerosidades:

-Vomitar en las cantinas

-Tener olor a pata

-Hacer choricitos con la suciedad formada entre los dedos de los pies

-Después de tomar la sopa, limpiarse los bigotes con pan, y comerse el pan

Cualquiera que pasara por la redacción pensando que se trataba de una publicación respetable hubiera huído espantado, más si supiera que Carlos Trillo y Alejandro Dolina estaban elaborando la que sería una nota de tapa. No era infrecuente escuchar esos ping-pongs por parte de las tres principales parejas creativas de la redacción. Trillo y Dolina eran costumbristas, Abrevaya y Guinzburg (Masters & Johnson) sexo-sociológicos y Mactas y Ulanovsky más "ensayísticos", aunque como toda etiqueta, bien podrían ser todo lo contrario.

-Dejar que los hijos escriban en las paredes de la casa

-Hacer fumar marihuana a la madre

-Caminar desnudo por la casa y recibir de ese modo a los amigos.

-No decir "salud" cuando alguien estornuda

-Conseguir "Satiricón" un día antes de que salga.

Eran algunas de las recetas de Mario Mactas y Carlos Ulanovsky para ser un "moderno de la gran siete".

-Antes de morir, prefiero la muerte

-Las islas son lunares en el mar

-Escepticismo es creer en la duda

-Como es lógico, cuando uno corre la liebre, adelgaza.

Eran las meditaciones de Satiricón, elaboradas por Guinzburg y Abrevaya (Batman & Robin), dos jovencitos emprendedores que venían de escribir chascarrillos para Juan Carlos Mareco y Cacho Fontana. Se habían conocido en el Colegio Nacional "Justo José de Urquiza". Se habían dejado el pelo largo juntos. Juntos entraron a la Facultad de Derecho y juntos abandonaron la carrera. Carlos optó por Filosofía y Letras. Jorge prefirió entrar al Conservatorio de Arte Drámatico. Estudiaban separados y escribían humor juntos. Juntos publicaron en España en "La Codorniz", una conocida revista humorística española dirigida por Alvaro de Laiglesia, abordado en uno de sus viajes, por dos jóvenes y entusiastas humoristas argentinos, que le acercaron un muy interesante material. Don Alvaro les pidió tiempo, "mientras viajo no suelo leer". Tiempo después el español se comunicó con Guinzburg y Abrevaya (Piluso & Coquito) para informarles que le había gustado y que lo publicaría en su revista.

Ese mismo material fue el que los dos humoristas le presentaron a Oskar Blotta y que salió publicado con el nombre de "Las meditaciones de Satiricón, por Oskar Blotta".

Pero para llegar al podio de la fama tuvieron que pasar por tres escalones para dejar pagado su derecho de piso. Primero debieron llamarse Escaleno (cuando los acompañaba Elías Krimker, que después desistió del humor). Luego fueron Grinzburg y Abrevalla y cada vez que protestaban porque les escribían mal el apellido una misteriosa "mano negra" ubicada en el despacho de Blotta se los deformaba más, hasta llegar a un aterrador Abervuj y Grinberg. Pese a todo, no se dejaban vencer y perseveraban. Tanto, que lograron verdaderos sucesos con artículos que los lectores recordarían casi de memoria pasados los años: "Mano a mano con la masturbación" y "La menstruación que confirma la regla".

Ahora si, saldada la deuda que todo periodista debe pagar con sus superiores, fueron Abrevaya y Guinzburg (Starsky & Hutch) para siempre.