"PREGUNTAS EN LA NOCHE"

UNA COMEDIA PSICOLOGICO-MUSICAL

ESCENA I

El mozo se acerca para tomar el pedido en forma obsequiosa

MOZO (atento): ¿Qué se va a servir, señor?

ANGEL (serio): ¡Un refresco cualquiera!

MOZO: ¿Un refresco?

ANGEL (mirándolo): ¡Sí! Algo sin mucha importancia alcohólica! (El mozo asiente y parte, pero a mitad de camino se da vuelta y mira al cliente, pensando que cuando una persona va a un lugar como ese no es posible pedir "Un refresco cualquiera". Se acerca el mozo al barman y apoyándose en el mostrador le dice sarcásticamente...):

MOZO: ¡Un refresco cualquiera para un cliente "locatelli"!

BARMAN: ¿Un qué? ¿Un refresco? ¡Qué caradura!

MOZO: ¡Pero no te aflijas, se lo cobraremos como whisky!

(Sirve el refresco y el mozo con la bandeja lo lleva a la mesa).

(Fragmento de "Preguntas en la noche, una comedia psicológico musical" de José López Rega)


ESCENA II

Cuando se abre el telón en un amplio sillón de ribetes clásicos están sentados Periodista y Lopecito. El primero, humilde, escucha las hazañas del entrevistado. Lopecito, es algo más alto. Lo suficiente.

PERIODISTA: ¿Y como son sus orígenes, Lopecito? ¿Cómo se gesta el mito?

LOPECITO: Nací un 17 de octubre de 1916. Completé mis estudios primarios en una escuela del Estado; luego hice el secundario en el English Higer Grade School, cursando además estudios especiales de música, idiomas, pintura y dibujo, grabado, un poco de periodismo y otras inquietudes.

PERIODISTA: ¡Pero lo que me dice es harto curioso!. Los datos que obran en mi poder dicen que ha llegado hasta cuarto grado en la escuela Félix de Azara. Que no nació en octubre, sino en marzo y que a los quince años empezó a trabajar como peón en la fábrica Sedalana ganando 4 pesos por día.

LOPECITO: ¡Pamplinas, mi amigo! ¡Pamplinas!

PERIODISTA: Ah, bueno.


ESCENA III

La escena en el club "El Tábano", uno de esos sitios donde los muchachos se reúnen todas las noches para charlar y jugar a los naipes. En escena tres purretes, Antonio, un joven desgarbado y de bigote anchoíta; Lucio, un petiso sin importancia y Lopecito. Los tres, sudados, salen de la cancha de basket. El partido fue agitado y se dirigen al vestuario para tomar la reparadora ducha.

ANTONIO: Bueno, el partido ¿no?

LUCIO: Si, ¡bueno! (Lopecito no responde. Está enfrascado en sus pensamientos. De pronto y como un rayo, rompe el silencio)

LOPECITO: La orquesta de hoy a la noche los va a sorprender...

ANTONIO: Si, como siempre. Vos nos sorprendés.

LUCIO: ¡Voy a ir churro a la farra! (Los otros dos lo miran sin comprender el sentido de la frase)

LOPECITO: Y los de la orquesta me dijeron que querían que cante.

ANTONIO: Pero Lopecito, ¡si vos no tenés oído ni para el "Arroz con leche"...!

LOPECITO: Para cosechar aplausos no hace falta cantar bien, hace falta cantar con los grandes.

LUCIO: (mientras come un fragmento de queso gruyere) ¡Eso!


ESCENA IV

Lopecito entra en la Policía Federal Argentina y rápidamente asciende de mediocre vigilante a Respetuoso Consigna en Tribunales. Su futuro comienza. La escena en el juzgado con Joao, un mozalbete brasilero rubicundo y bien parecido; su madre Atanasia y Lopecito.

JOAO: ¡Ayudemé, señor Lopecito! ¡Ayudemé!

LOPECITO: Tranquilo, Joao, tranquilo... (El tono providencial de Lopecito infunde calma en el muchacho)

LOPECITO: Bueno... no suelo hacer esto señora, pero por ser usted y porque el joven me inspira ternura voy a hablar con el juez para que cambie la sentencia y declare inocente a Joao.

ATANASIA: (Abre grandemente cada uno de sus dos ojos como si fueran huevo duros) Pero Don Lopecito ¡si usted es un policía! ¿que influencias puede llegar a tener?

LOPECITO: (Con la seguridad del que sabe lo que hace) Vea, mire, el juez a mí me conoce...

ATANASIA: No, Don Lopecito, no. A mi hijo lo va a salvar la orixá.

LOPECITO: (sorprendido con la sorpresa del que oye una palabra nueva por primera vez) ¿Orixá?

ATANASIA: Si, Don Lopecito, Orixá... la divinidad nuestra. La macumba y el candomblé y todos los rituales del umbanda.

LOPECITO: ¡Pero que interesante esto que me está contando! ¿No me podría prestar a Joao por esta noche para que me explique en mi departamento todo esto con lujo de detalles?


ESCENA V

La carrera de Lopecito se torna imparable. Ahora le asignan la custodia de la puerta de la residencia presidencial en la Avenida del Libertador, cerca de Plaza Francia. En escena el comisario Atilio Renzi y Lopecito en la puerta de la residencia.

RENZI: ...Y cuando salga el auto del General, usted se me queda acá paradito, sin moverse, que para algo lo puse en este puesto. Porque el administrador de la residencia presidencial soy yo y no usted. ¿me entendió?

LOPECITO: (sabiendo lo que dice) Entenderlo lo entendí. Pero lo que le estoy tratando de hacer entender es que el General me necesita a mí. Si no se le quejaría... Mire ahí sale el auto. ¡Ahora va a ver!

RENZI: Pero Lopecito, Lopecito... espere... (Sale el auto presidencial con el General -habrá que ver como se implementa esto en escena- y Lopecito sale de su puesto, corre unos metros a la par del auto, salta y se aferra a la goma de auxilio -a la vista, en uno de los costados- y logra así recorrer unos metros junto a su ídolo)

LOPECITO: (Grita a Renzi desde el auto) ¡Ve que no se queja!


ESCENA VI

Otro día en la Residencia Presidencial. Renzi deambula de aquí para allá hasta que se topa con Lopecito.

RENZI: ¡Ah! ¡Lopecito! Veo que retoma sus tareas después de haber cumplido con la suspensión que le asigné por haberse quedado dormido en horas de trabajo...

LOPECITO: (furioso, como corresponde) ¡H.. de P..! (NOTA: la reducción del improperio obedece a la hipotética lectura por un menor de esta obra), yo no me dormí!. ¡Cuando pueda te voy a matar como a un perro!. ¡Vos no sabés en lo que me estoy metiendo!. ¡Algún día voy a mandar sobre el General!. ¡Entonces vas a saber quién soy yo!.

VOZ EN OFF: Por decir la verdad, Lopecito debería retirarse de la policía con el grado de cabo primero. Pero ya volvería.


ESCENA VII

Nueva York. La ciudad, la urbe, la metrópolis. Todo junto. Allí estarían esperando a Lopecito que probaría suerte y triunfaría en el "Café Chico" un local pequeño, pero acogedor; alejado, pero exclusivo; poco conocido, pero con enormes potencialidades. La escena se desarrolla en el escenario.

PRESENTADOR: (se traduce al castellano para una mejor comprensión del público masivo) ¡Y con ustedes, la figura que todos estábamos esperando, ¡LO-PE-CITOOO, EL PALOMO! (aplausos a rabiar. Lopecito aparece en escena con un disfraz de gallina ante el ¡Ohhh! estupefacto de la cultísima audiencia. Canta "Rosemary I love you". El público aplaude con entusiasmo y emoción.)

LOPECITO: Gracias, gracias... pero esta noche no sería completa si no hiciera lo que todos están esperando. ¡Imitaciones de pájaros del mundo! (el público vuelve a aplaudir) Por favor... por favor, guarden sus aplausos para el final. Comenzaré imitando, entonces, al jilguero. ¡Piii, Piii Pipi, Fruit! (la gente hace esfuerzos pero no se puede contener y estalla nuevamente en aplausos, tal la fidelidad del imitador argentino. La actuación se continúa con la emulación del condor, la gallina bataraza, el zorzal y el canario)


ESCENA VIII

La escena se desarrolla en la puerta de la Escuela Científica Basilio. Lopecito y José María Villone salen de una aleccionadora clase. Lopecito tiene los ojos muy abiertos y con cierto brillo que lo distingue del resto de los mortales que caminan pensando en el kilo de papas o el gol del Racing Club. Villone lo mira no sin admiración. Lopecito ya es, para los iniciados en el rito, el Hermano Daniel.

VILLONE: Para usted la bola de cristal y Perón un sólo corazón.

LOPECITO: No vulgarice, Villone, no vulgarice. Las Ciencias Ocultas son algo demasiado importante como para bromear.

VILLONE: ¿Y Perón?

LOPECITO: Eso ni se pregunta.

VILLONE: (asiente con la cabeza) ¿Pensó en lo que charlamos?

LOPECITO: Si. Quiero hacerlo cuanto antes. Hay que hablar con Claudio Ferreyra, el de Anael, para que ponga el dinero que falta. Hasta pensé el nombre: "Suministros Gráficos". Muy "modern" ¿o no?

VILLONE: ¡Ya lo estoy viendo! Una editorial para difundir los ideales peronistas y de las Ciencias Alternativas. ¡Astrología, doctrina, amuletos, verdades peronistas...!

LOPECITO: (embargado por un entusiasmo) ¡Rito quimbanda, ideario justicialista, piedras milagrosas, "La razón de mi vida"!

VILLONE: ¡Gracias, hermano Daniel, gracias!

LOPECITO: (con modestia) Agradézcale a Anael.


ESCENA IX

El espectador avispado nota el salto en el tiempo. Lopecito o Daniel esta más afiatado. El encuentro esperado durante tanto tiempo se concreta por fin. Las velas bahianas surtieron efecto y Lopecito está ahora en la casa del mayor Bernardo Alberte reunido con la señora, de fugaz paso por Argentina.

ALBERTE: (como quien hace presentaciones) Lopecito... la señora Isabel.

LA SEÑORA: Tanto gusto.

ALBERTE: Lopecito colabora con el movimiento editando propaganda partidaria.

LOPECITO: (lo mira fijo y callado durante quince minutos. Después rompe el silencio) ¿A usted le parece que esa fue la única contribución que hice al Justicialismo?

ALBERTE: Bueno.. yo...

LOPECITO: (haciendo caso omiso del titubeo del delegado del General) Señora, yo he sido custodio de Eva y ahora los astros indican que usted es la elegida para continuar su tarea. Y yo debo estar a su lado. Me he enterado que la han recibido con huevazos. (Carraspeos simultáneos de Alberte y la Señora)

LOPECITO: Eso es porque no estuvo en mi compañía. Yo soy la persona designada para conducirla hasta su sitial de Madre de los Desamparados. Además, como le habrán explicado, tengo cualidades videnciales...

LA SEÑORA: (abre los ojos) ¿Cualidades videnciales?

LOPECITO: Si. Por ejemplo, al General le corresponde el acorde musical La, Si, Mi 2; su destino obedece a los perfumes zodiacales de la rosa y el clavel salmón, a cinco partes de color celeste y cinco partes de gris, a las alteraciones de la vejiga, a los uréteres, al sistema vasomotor y la piel.

LA SEÑORA: ¡Qué interesante todo esto que me cuenta! Siempre me interesó mucho este tema.

LOPECITO: También lo sabía. Así como también me veo en su futuro. La logia Anael le ofrece protección, señora. Y todo indica que usted la va a aceptar.

LA SEÑORA: ¿La logia Anael?

LOPECITO: Si, es un grupo que se funda en la defensa de los pueblos postergados: Asia, Africa y América, los tres continentes sobre los que se fundará el Nuevo Orden Mundial. Entre los tres forman un triángulo y una sigla cabalística: AAA, la Triple A.

LA SEÑORA: (boquiabierta) AAA...


ESCENA X

9 de julio de 1966. Día patrio. Lopecito lo festeja en España junto a la Señora. En escena el General, la Señora, y Lopecito. En la quinta "17 de octubre".

LA SEÑORA: Te presento a Lopecito, un hombre increíble.

EL GENERAL: Mucho gusto. Me han hablado mucho de usted...

LOPECITO: (conmovido) General... no tengo palabras. Tome. (le entrega un ejemplar de su libro "Astrología Esotérica". El General lo abre y lee)

EL GENERAL: "La editorial Rosa de los Libres tiene el agrado de anunciar a los lectores que se hallan en preparación adelantada las siguientes obras del autor, señor José López Rega: Génesis de la Nueva Era; El hombre: un mundo desconocido; Tratado de canto, impostación y arte escénico; El libro de los desheredados; El libro madre del éxito (Predicciones y guía válida hasta el año 2000). Editorial Rosa de los Libres. José E. Tamborini 76. Bs. As. Rep. Arg." ¿Todas estas cosas escribió usted?

LOPECITO: (pavoneándose) No, pero las pienso escribir.

LA SEÑORA: Me habías prometido que le ibas a dar un trabajo a Lopecito...

EL GENERAL: Si quiere puede quedarse como ordenanza.

LOPECITO: Era justo lo que quería. Si se lo mira con optimismo, el puesto de ordenanza es un cargo jerárquico. Es como el que manda por sobre las canillas que gotean, las bandejas para servir café, las plantas a ser regadas... Además, si hago méritos puedo ascender rápidamente.

LA SEÑORA: (mirando al General) ¡Te dije que era inteligente!


ESCENA XI

Apenas dos años después de su llegada, el General nombra a Lopecito Secretario Privado. Lopecito comienza a atender a algunas visitas y a deshacerse de las malas influencias para el ex-presidente y a asesorarlo sobre su futuro leyendo las cartas astrológicas y a mantenerlo en estado óptimo gracias al poder de las pirámides, los faraones y los fluidos positivos y negativos que rigen la vida de los grandes conductores. Una vez más había acertado con su predicción: ascendió rápidamente. En escena se encuentra solo Lopecito con un gran bonete azul con estrellas, un búho en el hombro y una bola de cristal sobre una mesa

LOPECITO: (frotando la bola) Ya no puedo salirme de esto. Estoy comprometido y tengo que seguir. Esto va a ser un campo de sangre. Se nos viene el marxismo y sólo el general puede pararlo. Planean asesinarlo en España y debo cuidarlo...


ESCENA XII

Como es de imaginar, Lopecito sigue imparable (¡Grande Lopecito!). Ya lleva el archivo del General y pasa en limpio su correspondencia. Tutea a los visitantes y asesora al General en temas políticos y sindicales. Pilar Franco, mujer envidiosa y con Mercurio en contra, está hablando con el General.

PILAR FRANCO: Ese Lopecito no te conviene, es malo y ambicioso.

EL GENERAL: Ya es demasiado tarde Pilar, ya es demasiado tarde.

LOPECITO: (oye la conversación escondido detrás de la puerta sonríe y murmura) Soy, por fin, imprescindible.


ESCENA XIV

La escena transcurre en el altillo de Puerta de Hierro. Están presentes Lopecito, la Señora y el cadáver de Eva dentro de su correspondiente ataúd.

LA SEÑORA: ...y ahora estoy durmiendo con la puerta del dormitorio entornada, porque si la cierro oigo los golpes.

LOPECITO: Es lógico. Provienen del ataúd de Eva. Quiere que oigas su mandato. Por eso estamos aquí. Por tu actitud Eva podría estar enojada, pero no lo está porque pienso en todo y le puse dentro una muñeca rubia para que su cuerpo y su espíritu tuvieran compañía.

LA SEÑORA: ¡Ay Lopecito, siempre estás en todo! No sé que haría sin ti.

LOPECITO: Yo tampoco se que haría sin mí. Pero las cosas están bien.

LA SEÑORA: ¿Estás seguro de que puedes traspasarme el alma de Eva?

LOPECITO: ¿Me equivoqué con alguna predicción?

LA SEÑORA: No.

LOPECITO: Entonces oremos... Evita.


ESCENA XV

Dos dirigentes cualquiera de la Juventud Peronista (no es necesario que los actores también tengan esa filiación) y Lopecito. Los tres salen de una reunión con el General y Lopecito ha tenido la gentileza de invitarlos a beber un refresco -sin mucha importancia alcohólica, claro está- y ellos no se han negado. Luego de paladear el trago, Lopecito hace un silencio oportuno y comienza a explicarles lo que ellos todavía no se han preguntado.

LOPECITO: Gardel tenía dos guitarristas, uno muy bueno y el otro muy malo. El bueno se separó de Gardel y se dedicó a dar conciertos. No le fue mal, pero pronto lo olvidaron. El malo, en cambio, se quedó con Gardel hasta el final, sobrevivió al accidente y también se dedicó a dar conciertos. Recorrió todo el país presentándose como el último guitarrista que tuvo Gardel, y los teatros se llenaban aunque tocara mal. Lo mismo pasa con el General. En el Movimiento hay muchos guitarristas buenos, pero nadie se acuerda de ellos. En cambio, La Señora y yo somos el guitarrista malo de Gardel. (Los interlocutores ensayan varios comentarios para finalmente terminar descartándolos a todos)


ESCENA XVI

El viernes 17 de noviembre de 1972, bajo la lluvia, Lopecito pone su pie en Ezeiza. Baja de la escalerilla del avión y la multitud enloquece ante su presencia. La escalera debe estar en el centro del escenario y un reflector iluminará sin pudor a Lopecito. En su llegada lo acompaña el General. Lopecito lo mira y le habla más fuerte que lo que la multitud ruge.

LOPECITO: Le dije, General, que nuestra llegada iba a despertar pasiones encendidas.


ESCENA XVII

Invierno de 1973. Llega al Salón Blanco de la Casa de Gobierno, Robert Hill, el embajador de los Estados Unidos. Se lo había mandado llamar para que firmara un acuerdo entre su país y la Argentina sobre represión del tráfico de drogas. Hill esperaba encontrarse frente al presidente, pero se maravilló al conocer a su reemplazante temporario, Lopecito. Después de la firma, el por entonces Ministro de Bienestar Social lo toma del hombro y le susurra al oído

LOPECITO: ¿Sabe que yo viví un tiempo en Nueva York? Como soy muy bueno cantando, actué en "Café Chico". Mi mayor éxito era "Rosemary, I love you".

HILL: (sonriendo) ¡Oh, mi god! Siempre me hablaron de ese cantante pintorescou y henial que iluminou las noches de "Cafe Chico".

LOPECITO: (pavoneándose) Era yo.

HILL: (tímido) ¿Sería posible que me acercara un rehistro magnetofónico de alguna de esas antolóhicas actuaciones?

LOPECITO: No hace falta mister (aspira hondo, carraspea y empieza a cantar la canción, cuidando que se oiga en toda la Casa Rosada) (aplausos de toda la comitiva)


ESCENA XVIII

Pero siempre se ensañan con los grandes. Y Lopecito siempre fue grande. Sólo que ahora los tibios empezaban a notarlo. Y querían matarlo. En escena en su despacho, con su asistente.

LOPECITO: (cejijunto) ... Y no me servirán ni café ni té. Usted me traerá los termos desde Gaspar Campos. El almuerzo será siempre bifacho, ensalada y agua mineral. Lo controlarán seis veces -dejenmé un cacho, no se lo morfen todo- y llegará calientito a mi oficina.

ASISTENTE: Entendido jefe.

LOPECITO: ¿Y cómo marcha el tema del ascenso?

ASISTENTE: Muy bien, jefe. Hice los llamados pertinentes y tiene todo el consenso que necesita. Me dijeron que, tratándose de una persona de su entereza, valor y arrojo no habría problema en ascenderlo doce puestos de golpe en el escalafón policial. Por ahora sigue siendo Cabo Primero, pero a partir del 3 de mayo será nombrado Comisario General. 'Ta güeno ¿no?.

LOPECITO: ¿Se da cuenta? El Ejército tuvo a San Martín, la Marina a Brown, la Aeronáutica a Newbery. La Policía no tiene a nadie. Quizá a Ramón Falcón, pero ése ya quedó atrás. Ahora me tiene a mí.


ESCENA XIX

En la habitación están Lopecito, otro Ministro y el General, tendido en su cama, durmiendo.

OTRO MINISTRO: No puede ser que un hombre de la edad del General y que tiene severos problemas de salud no tenga médicos o equipos de emergencia. ¡Se está muriendo!

LOPECITO: Eso deje que lo diga yo. No hay nadie que conozca tanto al General como yo. Y si fui su enfermero en Madrid, también lo puedo ser acá.

OTRO MINISTRO: Pero usted no puede estar las 24 horas despierto.

LOPECITO: ¿Quién le dijo? Además, mire. Coloqué micrófonos al lado de la cama del General que me permiten escuchar cualquier ruido, queja o murmullo. La medicina no sirve para nada. Mire todos los muertos que hay por la medicina en el mundo.

OTRO MINISTRO: ¿Y usted qué sugiere en lugar de la medicina?

LOPECITO: Nada. El General está muy bien. Yo puedo decirlo mejor que nadie porque cuando el General está mal yo también me enfermo. Y ahora estoy perfectamente bien.

OTRO MINISTRO: Pero los médicos le proscriben reposo y usted lo hace caminar... o lo que es peor, la visita al portaaviones volando en helicóptero sobre el mar embravecido o la ida al Paraguay dudo que hayan sido buenas para su salud.

LOPECITO: (perdiendo la poca paciencia que le quedaba) ¡Fueron buenas, fueron buenas! El General tiene que caminar para que no se le sequen las piernas. Cuántas veces le tengo que decir que no tiene problemas de salud.

OTRO MINISTRO: Un dictamen de la CIA le da seis meses de vida.

LOPECITO: ¿Usted está insinuando que los de la CIA saben más que yo? Me gustaría saber si los de la CIA conocen su carta astral. (El General interviene en la conversación con una serie interminable de toses. Lopecito lo toma de los tobillos y pronuncia una serie de hechizos de ocasión. Las toses se interrumpen)

LOPECITO: (conmovido) ¿No ve? Le dije que los de la CIA no tenían razón. ¿Está conforme ahora, después de haberlo puesto nervioso? El General ha pasado a la inmortalidad, pero siento su mandato en mi cuerpo. ¡Si, mi General...! ¡SI!


ESCENA XX

Superado el duelo, Lopecito viaja a Brasil. Lo encontramos en una fiesta muy concurrida. La gente lo viva, en una clara señal de que lo han comenzado a percibir como un nuevo líder latinoamericano. Un hombre, al que llamaremos Wilson Avila, baila ordenados sones y coloca amuletos en los rincones mientras los invitados se compenetran en su rituales con onomatopeyas de ocasión. Concluída la ceremonia de bautismo, Avila saluda como cualquier artista occidental y el público le responde con un aplauso cerrado. La luz se posa sobre Lopecito, que habla con Claudio Ferreyra, su amigo brasileño y líder del Umbanda.

LOPECITO: Bueno Pae do Santo, ya tienes lo que me habías solicitado. Luego de esta hermosa ceremonia, eres formalmente director de la sucursal Brasil de la agencia oficial de noticias de mi país.

CLAUDIO FERREYRA: Gracias, Hermano Daniel. Estamos orgullosos de tí. Ya he dado la orden estricta de que no trabaje ningún lisiado... (susurra) traen mala suerte. Solo quería hacerte una pregunta...

LOPECITO: Dime.

CLAUDIO FERREYRA: ¿Cómo era que se llamaba la agencia?

LOPECITO: Telam, Pae do Santo. Telam.


ESCENA XXI

Lopecito en la Casa Rosada con La Señora. Lopecito está furioso.

LOPECITO: Usted no sabe nada de nada. Está donde está porque yo quise. ¡A ver si lo entiende de una vez por todas!. Y en mi habitación tengo el gato negro preparado. No bien le dé el pinchazo, usted muere como Presidenta.

LA SEÑORA: Pero Lopecito...

LOPECITO: ¡Lopecito nada! (le pega una bofetada, con tanta mala suerte que un asistente militar de La Señora alcanza a ver la escena) Usted me entiende... las presiones del cargo la han vuelto histérica y yo simplemente trataba de hacerla reaccionar y de que recuperara la cordura. ¿No es cierto Señora?

LA SEÑORA: (tocándose la mejilla) Todo lo que el Ministro de Bienestar Social y Secretario Privado de la Presidencia diga, es cierto.


ESCENA XXII

Lopecito en la quinta presidencial. En la calle, la plebe de la CGT grita "afuera, afuera... Rodrigo y López Rega". Lopecito dialoga con un asesor de ocasión.

LOPECITO: ¿Pero que más quieren esos infelices? Ya renuncié a todos mis cargos.

UN ASESOR DE OCASION: Quieren verlo lejos del poder.

LOPECITO: El poder no es una cuestión de distancias, de estar cerca o estar lejos. Es un sino. Además, debo ocuparme de la salud de La Señora. Está muy enferma y me necesita. Nos une una invariable amistad. (En ese momento, el Cuerpo de Granaderos en pleno entra en la residencia)

GRANADERO: ¿Usted es Lopecito?

LOPECITO: El mismo que viste y calza ¿por?

GRANADERO: Venimos a desarmarlo a usted y a su guardia personal y a escoltarlo hasta Ezeiza.

LOPECITO: ¡Que bárbaro! Me matan como a un animal, indefenso y por la espalda.

GRANADERO: Es una guerra y usted ha sido derrotado.

LOPECITO: Eso es lo que tú te crees, muchachito... (piensa un momento) ¿podría despedirme de La Señora antes de abandonar esta tierra?

GRANADERO: ¿Afecto?

LOPECITO: Por supuesto. Además... quiero ultimar los detalles de mi partida.


ESCENA XXIII

Lopecito en el sector militar del Aeroparque. Todos aguardan algo, pero nadie sabe qué es. Salvo una persona. Por fin, un motociclista de la presidencia trae un cilindro de cartón y se lo entrega a Lopecito. Los periodistas lo interrogan.

PERIODISTA: ¿Qué lleva en ese cilindro?

LOPECITO: Es un decreto donde la Presidente me nombra su representante personal.

OTRO PERIODISTA: ¿Qué va a hacer al Viejo Mundo?

LOPECITO: Seré un embajador extraordinario y plenipotenciario. Una especie de representante de la Presidente a fin de realizar contactos y gestiones ante organismos internacionales.

UN TERCER PERIODISTA: ¿Volverá?

LOPECITO: (ríe, sabiendo el porvenir) Mi amigo, siempre se vuelve.

PERIODISTA: ¿Qué será de nosotros?

LOPECITO: No se preocupen. Sobrevivirán. Yo estaré controlando todo a la distancia.

PERIODISTAS: (en coro) ¡Adiós Lopecito! ¡Cuídese!

LOPECITO: ¡Adiós, adiós!

Lopecito sube las escaleras del mismo avión que alguna vez lo trajo, triunfal, a su patria. La gente que lo supo entender lo despide con pañuelos. Cuando el avión llegue a España, el asiento que ocupaba Lopecito estará vacío. Su cuerpo habrá desaparecido para siempre.

TELÓN