LAS PRESIONES

Si tuviera que decir con precisión el momento en que las amenazas y los insultos telefónicos se hicieron regla, tendría que poner como "hito" el número de octubre de 1973. "El otro yo del General" era el título de una tapa que mostraba a Sati, la mascota de la revista, sacándose una careta que dejaba al descubierto la cara de Perón. Lo que irritó a los de la primera hora fue que Sati, que se caracterizaba por unos enormes y grotescos cuernos y una cola diabólica, mantuviera estos caracteres en el cuerpo del General y no formara parte del disfraz, precisamente en un momento en el que los malintencionados mentaban una supuesta cornamenta del flamante Presidente.

-¡Más, más!

-En seguida señor López Rega- decía un secretario algo confundido mientras traía nuevos ejemplares de la revista conflictiva que iban a parar a la poco romántica chimenea del despacho del por entonces Secretario Privado del General.

María Schneider y Marlon Brando protagonizaron la "película polémica" del '73, eufemismo para los moralistas que se escandalizaron con "El último tango en París", dirigida por Bernardo Bertolucci. "Satiricón" no estuvo ajeno al fenómeno y lanzó su versión local: "El último tango en Lanús" protagonizado por Carlos Gardel y Graciela Borges y con la participación especial de Ceferino Namuncurá. La dirigía Bernardo Neustadtucci. Pero no nos limitamos a esto. En la tapa previa a las elecciones, Balbín disfrazado de Maleva y Cámpora de Guapo bailaban "El último tango".

La escena que irritó a los paspados fue, precisamente, la que Brando mostraba las virtudes lubricantes de la manteca en una zona no visible de María Schneider. Otro chiste de la revista remitió a la propaganda de Dánica Dorada: Andrea del Boca cantaba "Era para untar, era para untar" en las puertas del cine donde se proyectaba la famosa película. El llamado telefónico de Nicolás del Boca no se hizo esperar y disculpas mediante, se mantuvo intacto y libre de manteca el buen nombre y honor de su hija.

Muchos dirán que me equivoco, pero sólo aceptaré que me refuten si alguna vez vivieron la experiencia. No se puede trabajar en medios de comunicación con dos o más mujeres que se creen estrellas... no se puede trabajar con dos o más mujeres que se creen estrellas... no se puede trabajar con dos o más mujeres. Y en la redacción había dos: Viviana Gomez "Thorpe" y Alicia Galotti ya no se hablaban. Y todos éramos testigos de la guerra.

-Oskar, en este número Alicia tuvo más fotos que yo

-Alicia, en este número vas a cobrar menos porque tuviste más fotos. A mayor promoción menos sueldo. Te deducimos la publicidad.

Alicia, en tanto, encabezaba un movimiento gremial interno que no gustaba al sector monárquico de la redacción, al que se había unido Ricardo Parrotta, encargado de la sección de espectáculos. Los progres la apoyaban de palabra, dejándola prácticamente sola a la hora de actuar. Ni yankis ni marxistas...humoristas, bramaba Blotta y todos bajaban la cabeza. Yo observaba.

En la última etapa de la revista Carlos Ulanovsky y Mario Mactas publicaron una serie bautizada "Contra toda forma de opresión". "Somos todos culipanza ¿y qué?" fue uno de los artículos firmado por la dupla. El neologismo que defendía a los bien comidos se popularizó rápidamente, la misma suerte que correría más tarde otra palabra, "caracúlico" esta vez de acuñación Mactas-Hanglin y que Raúl Portal haría suya en el programa "Noti-dormi". Mario Mactas ("un príncipe, bello como un león al mediodía") prefería definir a la serie como una propuesta "para ser más libre de lo que se es" y buscaba responder a preguntas como "por qué hay que ser pintor abstracto y no figurativo, por qué es respeto a un dogma acatarlo ciegamente y no enriquecerlo con nuevas ideas, por qué hay que estar 'en pareja' y no solo, por qué hay que calificar todo el tiempo al de al lado, por qué hay que proponer la utopía y no lo posible, por qué está prohibido pensar que una actitud políticamente rígida y exigente puede llegar a ser -para determinada coyuntura- contrarrevolucionaria, por qué hay que preguntarse "¿dónde militás' y está mal preguntar '¿cómo andás de tus penas de amor?'. No hay que decir que la serie de artículos exasperó. Se perdieron -aunque sólo de palabra, porque seguían comprando la revista- los lectores de izquierda y derecha y se ganaron nuevos o hasta ahora callados entusiastas para la nueva consigna. A medida que los tiempos se recalentaban, el tambor del revólver se iba llenando de balas.