EL DIARIO DE LOS CHICOS

Los envidiaba. Esa es la verdad, los envidiaba con ganas y no era para menos. Jamás los superé, nunca pude escribir con la gracia y la iracundia de Marqués en el exilio de Mario Mactas ni tampoco con la certeza, fruto de una sesuda investigación con que escribía Carlos Ulanovsky.

Carlos y Mario se "cargaban" la redacción al hombro, ellos hacían las notas de fondo, inventaban, hurgaban en el inconsciente colectivo de la sociedad. Y escribían a dúo, cosa que yo jamás logré.

Se conocían desde los dieciséis años gracias a un concurso de revistas estudiantiles organizado por el Colegio Nacional Buenos Aires, en el que Carlos participó representando al Colegio Mariano Moreno.

Ahora, Mario Mactas y Carlos Ulanovsky formaban pareja en "Satiricón", dos profesionales que por separado eran el agua y el aceite, pero que al juntarse en la máquina de escribir daban vida a una fórmula casi mágica. Mario, el aristócrata antiperonista desconfiado de todo aquello que contara con el apoyo popular y, en consecuencia, ajeno a la creencia de que los tiempos felices se avecinaban, se juntó con Carlos, el peronista ingenuo que creía en las mayorías populares y que esperaba confiado el futuro de grandeza, ese que estaba a la vuelta de la esquina. La combinación fue, espero no ser repetitivo: milagrosa.

Compartían el escritorio, discutían sobre mujeres... en realidad no eran discusiones, sino que Mario solía ensañarse con Carlos por su costumbre de "bagayear". Es que Ulita había elaborado una teoría sobre las ventajas de las feas, quienes según él eran más fáciles de coger. Mario, entonces, preguntaba en voz alta, "¿quién quiere cogerse a una mujer fea?".

Aquellos eran días agitados. De militancia y compromiso y mucha gente se prendía en proyectos de buena fe, para luego descubrir que aquella participación le valía una factura a la vuelta de la esquina. Apoyar a unos significaba ganarse automáticamente el encono de los otros, encono que podía materializarse en una bomba o un par de tiros.

Yo atendí el teléfono aquel día. El nombre me resultaba familiar y cuando dijo "del Ministerio de Educación" lo ubiqué.

-Mario, ¡es Rodríguez, del Ministerio de Educación, para vos!.

Mientras le pasaba el tubo, le anotaba en un papel una advertencia "GUARDA QUE ES MONTO", advertencia ociosa si las había ya que todo el mundo sabía que en la repartija de cargos, el doctor Hector J. Cámpora le había otorgado el Ministerio de Educación a los Montoneros. Cuando Mario colgó no pude contenerme.

-¿En qué anda compañero Mactas?

-Nada importante...

Por aquellos días, los Secretarios de Redacción andaban todo el tiempo juntos.

-Al final es cierto eso de que ustedes son una extraña pareja...

El chiste era repetido una y otra vez en la Redacción, en el fondo, todos les tenían un poco de envidia.

"Andan con los Montoneros". Era así. No había vuelta que darle. Los llamaban del Ministerio de Educación para convocarlos a reuniones en donde tramaban vaya a saber qué cosa.

-Ulita, ¿en qué se están metiendo?

-Nada del otro mundo. Un trabajo que nos ofreció el Ministerio de Educación. Pero quedó bien en claro que es una relación puramente profesional.

Ula parecía convencido. Aquella tarde habían ido de traje. Estaban comprometidos. Esa noche la mesa de "La Paz" no contaría con la presencia de Carlos Ulanovsky. Por su parte, los habitués de "Periplo", esperarían en vano a su compañero de "copetines", ese periodista rubicundo y lleno de floreos al momento de conversar.

-¿Así que director del "Diario de los Chicos", compañero Mactas?, no se puede creer en nadie. Todos los ídolos se caen.

-¿Qué pasa viejo? ¿tomaste mucha grapa?

-Lo dice "La Nación" , Mario. Acabo de leerlo.

Carlos entró en ese momento.

-¿Vos también lo leíste?

-¿Qué es lo que hay que leer?- preguntó Mario

-Debe ser un error de imprenta. "La Nación" dice que vos y yo somos los directores de "El diario de los chicos"...

-¿Y no es así?

-No. Nos llamaron para el lanzamiento, como presentadores. Aclaramos que no queríamos quedar pegados- me respondió Ula

-Hay que hacer la aclaración...- urgió Mario

El tiempo pasó. Por desidia o por falta de tiempo, no se hizo la aclaración necesaria. Fue un grave error.

"Los vamos a reventar"/"Son boleta"/"Zurdos de mierda, cuidensé". Los teléfonos no daban abasto. Los insultos se sucedían pero ni Mario ni Ulita les daban bola eran "gajes del oficio", todo pasaría cuando el famoso "Diario de los chicos" saliera y se hiciera evidente que ellos no estaban en eso. Pero se equivocaban. Una vez puesto en funcionamiento, sucedió algo peor: "El Caudillo" puso sus ojos sobre ellos.

"El Caudillo" no era una más de las revistas partidarias que inundaban los quioscos, era el órgano ofical de la Triple A. En sus páginas se anunciaban las próximas ejecuciones y si bien no estaban anunciadas las de Mario Mactas y Carlos Ulanovsky, la sola aparición de sus nombres en brulotes que se sucedían número a número aumentando la virulencia en cada comentario, alcanzaba para intranquilizarlos a ellos y a quienes estábamos cerca.

Durante un tiempo durmieron en casas de amigos solidarios o familiares. La Triple A cumplía sus amenazas y el tipo de comentario que habían publicado alcanzaba para preocupar a cualquiera por más sangre fría que tuviera.

Puertas adentro comenzaba a gestarse una interna entre los "comprometidos" y los que no lo eran, que no era patrimonio exclusivo de la redacción, sino que estaba instalada en la misma dirección de la revista.

Por aquellos días comenzaron los garrones y no supimos verlos. Por otro lado es posible que aunque nos hubiéramos dado cuenta nunca habríamos imaginado la magnitud de los garrones que nos comeríamos más adelante.