"PREGUNTE POR EL OFICIAL RAMÍREZ"

-Se la llevaron

-¿Quién?

-La policía.

Carlos Ulanovsky se acomodó en la silla de la redacción y preguntó:

-¿Vos viste que fue la policía?

-Sí

Ulita colgó el auricular y lo miré intentando la cara de asombro de mi compañero de redacción para poder leer sus pensamientos. Por fin, Carlos rompió el silencio:

-La policía se llevó a Marta.

-¿Qué estaba haciendo?

-Trabajando

Todos los años, las estadísticas se empecinan en repetir que la profesión más peligrosa es la de reportero gráfico. Son famosos los testimonios de corresponsales de guerra. Marta, la esposa de Carlos, trabajaba de reportera gráfica, conocía los riesgos del oficio y si bien en la Argentina no había una guerra, la situación que se vivía no era plácida y los reporteros gráficos no tenían más remedio que andar con cuidado. "Imágenes Inconvenientes".

-¿Qué estaba haciendo?

-Trabajando. Estaba cubriendo la explosión de hoy a la mañana.

-Voy a hacer lo que pueda. Dame un rato.

Antonio Carrizo dejó de hablar, tomó un mate y llamó al Departamento Central de Policía. Luego de algunos intentos, logró localizar a quien buscaba.

-Comisario Villar, cómo esta usted...Antonio Carrizo

-¡Tony! ¿Cómo anda viejo?

-Con un problemita comisario.

-¿De qué se trata?

-Una chica...reportera gráfica. Está casada con un amigo y la levantaron mientras cubría el tema éste de la bomba...

-¿Fue mi gente che?

-Parece que sí.

El jefe de la Policía Federal, el comisario Carlos Alberto Villar, hizo sus averiguaciones y finalmente dio con la fotógrafa en cuestión.

-Che, tengo buenas noticias. Vos y Carlos vénganse para acá.

El despacho era amplio. Tenía una decoración clásica. Detrás del escritorio, el Comisario General fumaba y esperaba el llamado.

-¿Qué te dijo?- le pregunté

-Lo que se sabe es que efectivamente eran de la Policía. Falta saber a ciencia cierta dónde está. Pero... bueno, acompáñenme que tenemos que ir al Departamento Central.

Carrizo se puso su gorra y salimos detrás de él.

-¿Sabe que pasa? Uno ya no sabe quién es quién, estamos infiltrados por ellos que a su vez están infiltrados por nosotros, el Ejército tiene gente haciendo "trabajitos"... esto es un quilombo...

La campanilla del teléfono interrumpió. El Jefe de Policía, habló unos minutos y cortó.

-Ya está. Mire amigo: ahora usted se me va a esta dirección que le estoy anotando. Ahí funciona "Coordinación". La recoge a su mujer y se olvida de todo.

-No sé como agradecerle.

-No se haga problema. Al amigo Antonio le debo un par de gauchadas. Vaya tranquilo.

Salimos del edificio. Le agradecimos a Carrizo la ayuda. Coordinación estaba a un par de cuadras.

-Buenas tardes agente.

Mientras saludaba, Carlos extendía la tarjeta que el Jefe de Policía le había dado.

-Buenas tardes, señor...Ulanosky...¿Ulanosky? Usted es el de la revista.

-Sí.

-Espere un momento.

Minutos después el agente volvió con un número viejo de "Satiricón".

-¿Me la puede autografiar? -Carlos estampó su firma.

-Pero yo venía por lo de mi esposa.

-Enseguida se la traen. Yo los leo casi siempre. A veces se les va un poco la mano, pero a mí me encanta. Claro que la tengo escondida, por los pibes ¿vió?.

-Sí, por supuesto- aprobé

La puerta se abrió y por ella no vino la mujer de Carlos, sino otro oficial que lo saludó efusivamente.

-Ustedes son los de la revista ¿no? Los estábamos esperando. Me encanta, sobre todo los chistes puercos. ¿Como se les ocurren todas esas degeneraciones? También, con la vida que llevan, como para no pensar en esas cosas.

Carlos intentó meter un bocadillo.

-No es para tanto...

-Vamo, vamo.

Entonces corté el diálogo.

-Perdón, ¿hay algún problema? El comisario Villar nos dijo que estaba todo arreglado.

-Lo está. No hay problema, sólo resta blanquearla. Le están haciendo la ficha.

Pura rutina.

La charla continuó. Tomamos mate y contamos algunas cosas de la redacción.

Un rato después se abrió la puerta de la oficina y un corpulento morocho saludó y preguntó por el señor Carlos Ulanosky.

-Soy yo.

-Mucho gusto señor. Su esposa lo espera abajo.

Saludamos al agente, al oficial y prometimos volver.

-Pregunte por el oficial Ramírez, que soy yo.

Bajamos por el ascensor y allí, en la Planta Baja, estaba la esposa de Carlos.

-Buenas tardes, ¿está el oficial Ramírez?

-¿De parte de quién?

-De Carlos Ulanovsky

El agente se comunicó por teléfono.

-Hagan el favor de esperarlo, enseguida viene.

Nos sentamos en los duros bancos de madera de la repartición oficial y esperamos.

-¿Cómo están? Disculpen la demora...

-No es nada.

-...yo sé que los periodistas suelen ser gente ocupada. Disculpen la demora... ¿qué los trae por acá? ¿Su mujer otra vez fotografió algo inconveniente?

-No... les trajimos un regalo.

Cuando el oficial vio las dos colecciones encuadernadas con tapa de cuero de todos los números de Satiricón no pudo creerlo. Su sorpresa fue mayor cuando descubrió que estaba autografiada por todos los miembros de la redacción.

Carlos, el oficial Ramírez, algunos agentes de Coordinación Federal y yo pasamos gran parte de la tarde tomando mate y comiendo facturas.

Seguramente ese día explotó una bomba, alguien planificó un antentado, algunos policías acribillaron a algunos terroristas y viceversa. Y como ayer, un hombre -perdónenme por no conocer su nombre- no quiso leer el horóscopo de la mañana y terminó sangrando en el cordón de la vereda.