MEENGAÑO

La cita era para las diez, así que todos empezamos a llegar puntualmente a las once y media. En la puerta, un cartel avisaba del carácter de la reunión. "BIENVENIDOS A LA CONSIPRACION", decía en gruesos caracteres negros y rodeaban a la cartulina un par de guirnaldas que anticipaban que la mentada conspiración iba a ser un hecho feliz (¿todas lo son?).

El jefe de la operación era algo pelado, con una barba más bien descuidada y estaba vestido cuidadosamente a la moda. Todos lo conocíamos. Se llamaba Marcucci, Carlos Marcucci.

Trillo, Dolina, Parrota y yo conformábamos el cuarteto de Judas y en la reunión éramos interpelados por el resto con una rara mezcla de admiración, odio e incomodidad. Los demás eran Alberto Bróccoli, Lorenzo Amengual, José María Jaunarena, Martín Mazzei, Limura y dos escritores en gestación.

Uno era algo gordito, tenía una barbita afrancesada y no paraba de hacerme preguntas. Osvaldo Soriano se había escapado un rato de la oficina que Jacobo Timmerman le había asignado para que "pensara cosas". Lo entusiasmaba la idea de escribir humor y ya había decidido el seudónimo para sus artículos: Max Ferrarotti

El otro hablaba poco, sentía -lo dijo varias veces- que no debería haber estado en ese reunión, que prefería ser un colaborador a la distancia. Pero cuando Eugenio "Geno" Díaz decía algo, manejaba las palabras con una mezcla de intelectual con rante que hacía las delicias de Alejandro Dolina.

-Estamos todos...estamos todos desocupados...estamos todos desocupados y no tenemos ganas de ocuparnos...estamos todos desocupados y no tenemos ganas de ocuparnos, pero tenemos ganas de tener dinero- comenzó abriendo el dueño de casa sin que nadie le avisara que no estaba haciendo un unipersonal en un café-concert y que no necesitaba vender hornos en el infierno. -Ja, ja- completó, por si a alguno le quedaban dudas del chascarrillo -Las cosas que tengo que hacer para que se callen...Queridos amigos- dijo, dirigiéndose a nosotros cuatro...¿qué los trae por aquí?

-Dale Marcucci- dijo Dolina, que ya empezaba a mirar el reloj

-...porque no sé si saben, queridos amigos, que esta es una reunión para destruir, aniquilar, masacrar, aplastar y hasta ganarle en ventas a vuestra revista...

-No se trata de competir. "Satiricón" no nos satisface y queremos hacer un producto que vaya por otros carriles- interrumpió Mazzei, quizás pudorosamente y con temor a que nos ofendiéramos. Después de todo habíamos estado en "Sati" durante veinte números.

-Así es, Satiricón es mala- embistió nuevamente el chistoso de la velada. Esperé unos segundos para ver si se ponía la pantalla del velador en la cabeza, pero como no lo hizo pregunté, sabiéndome en minoría, algo acerca de la autoridad que tenían para descalificar así a una revista de la que todos hablaban, que estaba vendiendo 250.000 ejemplares ("hoy tiramos más que ayer, pero menos que mañana) y en la que firmar o poner la trucha significaba un pasaporte a la fama para cualquier escriba.

-Todo lo que quieras, pero sin temor a faltarte el respeto te digo que - y acá el tono de Marcucci se impostó como si fuese a decir La Gran Verdad- Satiricón es gorila.

Hasta ese momento Marcucci y yo monopolizábamos la charla y yo estaba asumiendo a mi pesar el papel de defensor de "Satiricón". Estaba rescatando una revista de la que había sido echado y la mirada de Trillo, que todavía seguía, me lo recordaba con cada palabra que yo pronunciaba. Traté de asumir un perfil bajo y Dolina pareció tomar la posta. Sin embargo no fue así.

-Miren, hablemos claro. Muchas notas que fueron éxito en Satiricón las firmamos Carlos Trillo y yo. Sin embargo Blotta nunca me llamó y menos ahora que estoy sin trabajo. Siempre estuve como colaborador. Convengamos que Satiricón, peronista, no es.

-¿Cómo? ¿Y la tapa de "El Sol de 25 viene asomando"? ¿Quién era el sol? ¡Perón!

-Eso era una estrategia para aumentar las ventas...

-Todo en Satiricón son estrategias para aumentar las ventas

Todos hablaban, todos tiraban su dardo y yo seguía haciendo goles en contra. Y lo peor es que el otro equipo prefería ponerme en el banco de suplentes. La pelea definitoria terminó con Blotta echándome del despacho. Las cosas ya no pasaban por mis manos, como por ejemplo la designación de un periodista estrella que había deslumbrado a Oskar por su parla de vendedor de seguros.

-Se llama José Gómez Fuentes y de ahora en adelante va a hacerle reportajes a los políticos

-Pará. Que eso lo hace la Galotti...

-La Galotti y vos me importan un cuerno. José maneja muy bien a los políticos. Dejá que Alicia hable con Ester Vilar, que le va a dar más cartel - así había empezado un diálogo que terminó con una meditada patada en el culo.

Todos los que habíamos ido a esa reunión del grupo de Satiricón, amábamos a la revista. Pero además queríamos escaparnos. Porque el clima ya estaba muy enrarecido con problemas de estrellatos, firmas, fotos o celos porque a uno le habían dado una página impar. Y además porque las tensiones entre Cascioli y Blotta se hacían intolerables.

-Hay que hacer una revista peronista

-Hay que hacer una revista humorística

-Hay que hacer una revista humorística con orientación peronista

-Hay que hacer una revista peronística con orientación humorista

-Perón leía Satiricón

-Porque era la única revista de humor que había

-Además la leía para criticarla

-A mí me dijeron que le gustaba

-¿Qué importancia tiene si la lee para reírse o para limpiarse el culo? No miremos a la competencia. Hagamos un producto propio.

-¿Papel higiénico?- Marcucci otra vez

-Miren -volvió Dolina- hagámosla simple. Acá hay un ofrecimiento concreto, la mayoría está sin trabajo, todos somos amigos, la mayoría simpatiza con el peronismo...

-La mitad más uno - (¿adivinen quién?)

-Vos decís que estamos sin trabajo, pero yo tendría que dejar la gallina de los huevos de oro para empezar algo nuevo- arriesgó Trillo, que todavía era "coordinador creativo" de Sati.

-...los que estamos en Satiricón podemos divertirnos más que haciendo algo sin presiones, podemos ganar más plata, podemos hacer algo más afín a nuestras ideas y quién te dice, hasta podemos ganarle a Satiricón.

-A Satiricón la leen los publicitarios que almuerzan en el Bar Baro

-Satiricón es una mascarada de la clase media para poder leer una revista humorística y mostrársela a sus amigos

-Es "Tía Vicenta" con chistes más subidos de tono

-Es pornográfica

-¡Ehhh! ¡Cheee!

Yo ya sabía que no formaría parte del proyecto. Las cosas se oscurecían adentro y afuera de ese departamento.

-La propuesta que me hizo la Editorial Julio Korn es concreta: hay que hacer una revista humorística. A ellos les interesa el sello. Cada revista nueva que sacan es ganancia pura y como ya tienen de televisión o femeninas y habida cuenta de las ventas de Satiricón, quieren probar con una revista humorística. No podemos perder muchachos, hagamos lo que hagamos.

-Y si una revista ya es éxito por el sólo hecho de salir a la calle, ¿por qué no la hacemos directamente nosotros?

-Un poco la idea es esa. Aunque la Editorial no vería mal una revista de humor oficialista, no quiere comprometerse demasiado, y sobre todo no quiere pagar cargas sociales, así que la idea es formar una cooperativa de trabajo que le vendería la producción a la editorial. Un curro. Yo sería el nexo entre la cooperativa y la editorial.

-Y lo bueno es que no tendríamos patrones ni presiones sobre el material.

-Eso. Yo no los voy a presionar, solamente les voy a dar órdenes.

-Marcucci, ¿los chistes van a ser así de idiotas?

-Perdonen. Cuando salga la revista prometo que van a alcanzar el grado óptimo de idiotez.

"Mengano" había sido creada. En esa reunión no se definió ni siquiera su estúpido nombre. Alcanzó cotas de lucidez interesantes pero nunca fue peronista, algunas veces pecó de oficialista y siempre miró de reojo a Satiricón, que ni se daba por enterada de la presencia de su competidora. Para muchos de los que se quedaron en "Satiricón", "Mengano" era el intento peronista de revista de humor. Ulita no compartía la opinión "a menos que haya peronistas 'mas peronistas' que otros", decía, con la convicción de quien, desde su adolescencia se consideraba parte del peronismo. "Mengano" nunca dejó de bajar en ventas. Empezó tirando 120.000 ejemplares (la mitad que Satiricón) y la merma constante de lectores que se producía número a número la dejó en un piso de 22.000, una cifra que sí movía a la risa contra los 300.000 que para ese entonces ya tiraba Satiricón. "Mengano" fue todo lo que en aquella reunión no se esperaba que fuera. Se quería hacer algo más politizado y salió algo lavado. Fue una experiencia divertida para quienes la hicieron, con libertad de horarios y menos trabajo que en Satiricón y un sueldo parecido. Mengano fue una revista de humor que por pertenecer a una editorial importante -Julio Korn- debía tener cuidado. No podía meterse con las "estrellas" del espectáculo pues podía provocar conflictos con "Radiolandia" y no podía joder con los "ases" del deporte porque "Goles" podía sufrir las consecuencias. Hubo también una llamada de atención a Soriano por un artículo en el que hablaba mal de Sarmiento. Así como se aceptó la censura, la cooperativa tuvo que deshacerse de algunos de sus integrantes (Parrotta, Amengual) que siguieron cobrando sueldo, pero no podían aparecer en el staff por imposición de algún indefinido funcionario de arriba, a quien le había disgustado vaya a saber uno qué comentario. Teniendo en cuenta que por aquellos días de un lado o del otro se tiraban cadáveres en las esquinas como quien tira la basura a la noche, la censura y las listas negras eran, en último caso, un mal menor.

Se cambió. Mengano fue fresca, y con un delirio que lindaba con lo incomprensible. Con un staff de lujo, pero que terminó haciendo el Libro de Oro de Patoruzú aggiornado que tanto quería Dante Quinterno. Sin demasiado sexo y sin demasiada política. Igual el nuevo gobierno terminó cerrándola.

Sólo Dolina fue a avisarle a Blotta que ya no iba a trabajar más en Satiricón. Se suponía que Oskar no sabía nada de la nueva revista. Blotta no dijo nada hasta el final de la charla, pero cuando Dolina abría la puerta del despacho, le lanzó un "mandale saludos a Marcucci".

Por ahora Sati seguía funcionando. No soy fanático de las metáforas berretas, pero el día que se fueron los peronistas de la revista, murió Perón.

-Muchachos, no cuenten conmigo para el nuevo proyecto