MALICIA

El primero de julio de 1974 el tiempo se detuvo. El rumor, que había ganado la calle dos días antes, se confirmó. Perón había muerto. Sus seguidores lo lloraban y sus enemigos se llamaban a silencio. Algunos, incluso, acongojados, aseguraban que ya no lo odiaban "volvió muy cambiado", decían.

La sucesora en la presidencia fue María Estela Martínez de Perón, Isabelita, según el apodo que había sabido ganarse en la escuela espiritista, a mediados de los '50. Mientras Isabel juraba, el hermano Daniel (José López Rega) miraba fijamente y cuando ella hablaba, él movía los labios como un mal ventrílocuo de un peor show televisivo, como si por lo bajo le estuviera dictando a su discípula lo que debía decir.

Oskar se sirvió el vaso de whisky, se sentó en su sillón preferido, miró lo profundo de la mirada de José López Rega. Un frío le corrió por la espalda, apagó el televisor y apuró el whisky.

En la redacción seguía el jolgorio. El alejamiento de los "traidores" que se fueron a "Mengano" no había hecho mella en la calidad de la revista. Ni siquiera mi expulsión como director. Andrés seguía ocupado con las tapas y la diagramación de la revista y junto con gran parte de la redacción -y de la sociedad- había desarrollado una particular aversión por López Rega e Isabel.

La revista, sin embargo, no hablaba de política en la forma directa, casi agresiva, que había utilizado tiempo atrás. Incluso la participación del "Nene" Gómez Fuentes hizo que muchos vieran a "Satiricón" como moderada. "Están sosteniendo el sistema", escuché por aquellos días en el bar La Paz.

Decreto Nº 866:

Considerando que la suspensión de las garantías constitucionales existentes en razón del estado de sitio declarado y en consecuencia las facultades excepcionales que durante el mismo posee el Poder Ejecutivo constituyen suficiente fundamento para todas aquellas medidas represivas y preventivas que hagan cesar la conducta indicada en el mencionado decreto.

Por ello

LA PRESIDENTE DE LA NACION ARGENTINA DECRETA:

Art 1º: La prohibición de la impresión, edición, publicación, distribución y circulación de la revista titulada "Satiricón", de todos sus suplementos y de toda otra publicación que pretenda sustituirla en violación del presente decreto.

Art 2º: Se decreta la clausura de las oficinas de redacción de la citada publicación .

Art 3º: La Policía Federal adoptará las medidas necesarias para dar cumplimiento a lo dispuesto en el presente decreto.

Art 4º: Comuníquese, publíquese y archívese.

María Estela Martínez de Perón

Antonio J. Benítez

Alberto L. Rocamora.

El ánimo en las oficinas de Blotta y Asociados era de desazón. El decreto no discriminaba que la clausura corría solamente para la redacción. Sólo después de una ardua lucha judicial se había logrado que se clausuraran sólo las instalaciones de la revista salvando así las oficinas de la agencia de publicidad. Eso fue bastante fácil, teniendo en cuenta que entre las empresas que usaban los servicios de la agencia estaba Ferrocarriles Argentinos.

Aquel 1º de setiembre el Grupo planificaba el futuro. Abrevaya, Guinzburg, Mactas, Ulanovsky, el Tano, Oskar, dos o tres más, y yo, que había acudido en auxilio de mis ex-compañeros -a pesar de que todavía me dolía la patada en el upite que me habían dado- hablábamos con pesadumbre y por momentos la charla discurría indecisa y con tendencia a penetrar por el impredecible rumbo de los tomates, sobre todo cuando la discusión derivaba en varias discusiones al mismo tiempo entre dos o tres. En uno de los baches, Oskar gritó: "lo tengo". Todos nos miramos y el "efectista" dijo "Malicia", "está en pedo, quítenle el whisky", "en serio, ese debe ser el nombre de la continuación de 'Satiricón'".

"Malicia" era la película del momento y contaba la iniciación sexual de un adolescente de catorce años por una empleada doméstica. La empleada en cuestión era Agostina Belli y la escena de la seducción pasó a formar parte de la antología del cine erótico.

A Jorgito Guinzburg le brillaban los ojos. Supe lo que estaba pensando, era perfecto, hubiera sido leyenda. Claro que también sabía lo que pensaba el resto. Si "Malicia" daba a luz, todos los que estuvieran en ella serían boleta en no mucho tiempo.

Mactas y Ulanovsky desaconsejaron esa movida, los socios de la editorial le advirtieron que no los seguirían en la aventura descabellada de hacer esa revista. Días después Carlos Ulanovsky se iría a México en busca de una existencia más tranquila.

Cascioli entonces funda "Ediciones La Urraca" con algunos socios, sin la participación de Blotta y Mactas y comienza a editar "Chaupinela", una revista de humor político en la que participó gran parte del Grupo Satiricón. En los primeros tiempos, se utilizaron las películas que sobrevivieron a la clausura. El encargado de rescatarlas del encierro judicial fue Jorge Guinzburg. El por entonces flaco y por siempre enano entraba por la banderola y sacaba los fotocromos.

Jorge Guinzburg y Carlos Abrevaya (El llanero solitario y su fiel acompañante el indio Toro) asumieron el cargo de asesores de dirección y redacción, Tomás Sanz firmaba "...Y se acabó el partido", sección que completaba la columna de opinión de Dante Panzeri con información de otros deportes. Se hicieron algunas incorporaciones: las más importantes fueron las de Oswal y Alberto Breccia. Cascioli había llegado a ser el dibujante que era gracias a una infatigable lectura de historietas. Entre el '60 y el '63 había dirigido tres publicaciones "Acero", "Maverick" y "Tuckson". Después llegó la publicidad, su encuentro con Blotta y la negativa de Oskar y de otros más tarde a incorporar historietas clásicas a Satiricón. Pero ahora el Tano tenía su propia revista y se iba a dar el gusto. Oswal era el responsable de "Mascarín" y Alberto Breccia revivía "Vito Nervio", un personaje legendario que, retirado del servicio activo, se dedicaba a relatarle antiguos casos a su nieta en las páginas de "Chaupinela".

En tanto, los abogados de Editores Asociados, el doctor Rodolfo Terragno y su socio el doctor Eduardo Miranda, llevaban adelante un juicio contra el Estado.

El decreto 866/74 por el cual se ordenaba la clausura de la publicación, estaba plagado de errores. La causa, había caído en el Juzgado del juez Jorge E. Cermesoni, juzgado que previamente había dictado fallos muy valientes, lo que aseguraba que el tratamiento judicial sería justo. En primera instancia el juez resolvió a favor de la revista, por lo cual la clausura quedaba sin efecto. Este fallo fue apelado por el Poder Ejecutivo, quien habilitó la Cámara en plena feria judicial (enero '75). La Cámara confirmó la sentencia a partir de lo cual se exigió el cumplimiento de la misma. Cuando todo parecía concluir, el ministro del Interior, Alberto Rocamora dio a conocer el decreto 763/75 confirmatorio del decreto anterior. Por lo tanto la revista seguía sin salir. Este decreto confirmatorio generó un incidente en la causa en donde se explicaba largamente lo erróneo del decreto que significaba un levantamiento del Poder Ejecutivo en contra del Poder Judicial dado que el decreto se dio a conocer una vez dictada la sentencia favorable. Por si fuera poco se violaba el principio de "cosa juzgada" y el Poder Ejecutivo asumía actitudes que le estaban expresamente vedadas por la Constitución Nacional.

1975 llegaba a su fin y con él terminaba "Chaupinela". Andrés no podía sostenerla, pese a los esfuerzos de todo el plantel. Demasiados juicios. Las amenazas eran constantes. Guinzburg llegó a dar dos o tres vueltas a la manzana antes de entrar a la editorial para evitar sorpresas desagradables.

-Me dejaste sólo- ése era el constante reproche a su socio Oskar Blotta. Andrés sabía que Oskar no se inmutaba, ni le preocupaba en lo más mínimo escribir en una revista de humor político. Para Oskar la política no existía. Esa era la principal razón por la cual ni Blotta ni Mactas adhirieron a Chaupinela. Además, de que, como el Tano se encargaba de recordarle a todo el mundo, "Oskar no se distingue precisamente por su valentía".

Pero ahora todo cambiaba. "Satiricón" volvía a la vida pero para que eso sucediera "Chaupinela" debía morir. Al Tano la idea no le causaba gracia. "Chaupinela" era "su" proyecto. Con el regreso de "Satiricón", él volvería a la dirección de arte.

-Ya bastantes quilombos tuvimos, déjennos manejar esta nueva etapa- la frase pudo haber existido o no, pero en los hechos Blotta, Mactas y Hanglin pasaron a ser las principales cabezas de Satiricón. Por su parte, Guinzburg y Abrevaya resignaban también su categoría. Pero eso era lo único que les preocupaba. "Chaupinela" era un dolor de cabeza.

Ya desde el segundo número la revista había sufrido la censura burocrática de la Municipalidad que la había declarado "de exhibición limitada". No sólo el Gobierno le hacía las cosas difíciles. Desde la revista "El Caudillo", órgano de difusión de la derecha peronista, Cascioli era atacado por darle trabajo a judíos.

"Chaupinela" tuvo una existencia corta (un año), pero agitada. Básicamente por su insistencia con el tema político. En sus páginas apareció una de las primeras investigaciones sobre los cheques de la Cruzada de Solidaridad Social, que la Presidenta "lsabelita" firmó y cuyos fondos nunca se supo a ciencia cierta qué destino tuvieron. Eso, más algunos chistecitos sobre "El Hermano Daniel" y una historieta ilustrada por Tabaré en donde Isabelita aparecía protagonizando la letra de un viejo tango, "La chica del 17", le trajeron a "Chaupinela" una serie de procesos judiciales que terminaron por ahogarla.

Mientras "Chaupinela" luchaba por sobrevivir, se conoció un fallo judicial que dejó sin efecto el decreto del Poder Ejecutivo y que reiteraba la decisión de levantar la clausura que pesaba sobre la revista "Satiricón". El Poder Ejecutivo entonces apeló la decisión y la Cámara volvió a confirmar el fallo. En los considerandos se advertía que en razón de que la clausura había sido decretada antes de la instalación del Estado de Sitio, era imposible que existiera relación entre los hechos que habían provocado el cierre y el estado de excepción que se vivía. Es decir, el fallo de la Cámara respetaba la decisión de instalar el Estado de Sitio pero se reservaba el derecho de juzgar la razonabilidad de la aplicación de las medidas de excepción. Paralelamente, el Poder Ejecutivo dio a conocer un tercer decreto, el 1842/75. Esta vez el juez no le dio traslado al Ministerio del Interior, dictó la sentencia a favor de Satiricón y con la misma publicada en el Boletín Oficial hizo que el secretario del Juzgado del doctor Juan Octavio Gauna llamara al abogado. "Lo único que hay que hacer ahora es lograr que la policía cumpla la sentencia del levantamiento de la clausura.", le informó

-¿Qué es esto?

-La resolución de Su Señoría

-¿Y que pretende que haga?

-Bueno...no sé.

-¿Cómo no sabe?, es un sello y una firma

-Espere que lo llamo al principal

El abogado resopló. Se sentó en el banco de madera y diez minutos después llegó el principal

-¿Qué es lo que desea?

-Yo no deseo nada. Traje esta resolución de Su Señoría y sólo pretendo que la reciban. El principal leyó el escrito y llamó por teléfono.

-Mi comisario, aquí hay un abogado (voz baja)...es por esa revista... quiere que se lo recibamos...Perfecto

-...

-No podemos recibirlo

-¿Cómo no pueden recibirlo? ¿Me está diciendo que no van a acatar una decisión judicial?

-...

-Bueno, vamos...responda.

-Espere un momento

El principal desapareció en alguno de los pasillos del inmenso edificio de Moreno 1 de la Policía Federal.

-Muy buenas tardes doctor, ¿cuál es su problema?

-El problema es que desde hace una hora están pasándose el escrito unos a otros sin saber que hacer y lo que tienen que hacer es recibirlo y hacer cumplir lo que dictaminó el juez.

"MANTIENESE UNA DECISION JUDICIAL: El juez en lo contencioso administrativo Doctor Jorge E. Cermesoni por la secretaría del Doctor Juan Octavio Gauna decidió mantener el levantamiento de la clausura de la revista 'Satiricón' (..)" (La Nación, 9 de junio de 1975)

Estaban todos un año más viejos. Los tiempos de la redacción habían quedado grabados en sus mentes como momentos míticos. La fama, el reconocimiento, los proyectos truncos se les habían quedado atragantados. Pero todo eso ya no importaba. Le habían ganado el juicio al Estado y "Satiricón" volvía a vivir. Eso era la único que importaba. Se reencontraron. Progres y reaccionarios. Volvieron a mirarse a los ojos. Ya no había tanto amor pero había una revista que volvía a salir. Alguien preguntó "¿Y ahora qué?".

(FIN DE LA PRIMERA PARTE)