OTRO DIA EN LA VIDA DE SATIRICÓN

Satiricón volvió para algunos gloriosamente. Para otros la nueva etapa tenía un cierto sabor a...¿claudicación?. Algunos lectores de la vieja época protestaban, modosita, defensora del sistema...

En la redacción la tensión se notaba puertas adentro pero en cuanto alguien osaba atacarlos el grupo, con Blotta a la cabeza, se defendía: "nos profesionalizamos", "crecimos", "maduramos", "¿qué esperaban? ¿que siguiéramos siempre igual?".

Como producto seguramente era mejor. Más acabado, con buenas ideas y una factura superior, pero en el camino se había perdido cierta frescura y entre ellos ya no había tanto amor. Los reportajes en esta segunda época se hacían en base a una batería de preguntas preparadas por la plana mayor de la revista (Blotta, Mactas, Abrevaya, Guinzburg y Hanglin). En el número del regreso el "Satiricón Interviú" les deparó a los lectores una sorpresa: estaba dedicado al ingeniero Alvaro Alsogaray.

Lejos habían quedado los días en que alegremente y en montón se armaba cada número. Ahora Oskar arriesgaba nuevas fórmulas, como la participación de famosos firmando columnas. Así apareció Bonavena (como un guiño a los lectores de siempre), Pepe Peña, Lois Blue y en la última página, para escándalo de muchos, Bernardo Neustadt.

Los columnistas se agregaron al staff cuya única baja importante era la de Carlos Ulanovsky que se había ido a México. Los otros seguían al pie del cañón. Guinzburg y Abrevaya, la Galotti y Dante Panzeri.

Panzeri tenía autoridad, tenía una trayectoria en el periodismo que provocaba el respeto de todos nosotros. Dante Panzeri era un periodista con mayúsculas. Digo periodista, porque Panzeri, a pesar de escribir de fútbol escapaba del módico concepto de "periodista deportivo", esa subespecie profesional para los cuales el césped es "la verde gramilla", los policías son "agentes del orden" y las barras bravas son "esos pocos inadaptados de siempre que empañan un espectáculo que debería ser para toda la familia".

Panzeri había llegado a ser director de "El Gráfico", lo que para cualquier periodista deportivo, o no, es un blasón importante. Tenía fama de amargado y dentro del ambiente del fútbol se ganó varios enemigos. El problema era muy simple: Panzeri era una persona recta que desarrollaba su actividad en un país de gente sinuosa, sus notas pueden ser leídas a la distancia como tratados de ética.

Dante fue el único de la vieja guardia que permaneció en "Satiricón". El resto comenzó a desligarse de la revista, algunos escandalizados, como Duelo Cavero y otros por razones de tiempo, aunque en el fondo podía adivinarse cierto temor a quedar pegados a la fama que la revista se estaba haciendo.

Panzeri no participaba de la redacción, pero era invitado a las reuniones en que debían discutirse decisiones importantes o resolver alguna incorporación.

Luego de la clausura, Panzeri acompañó al Tano Cascioli y fue parte del staff de "Chaupinela". Pero ahora "Satiricón" estaba de vuelta en el ruedo y Panzeri era el encargado de "Espectaculón", donde demostró con sus notas de espectáculos que para un buen periodista no hay tema imposible de abarcar. Al no tener compromisos con los miembros de la perfumada colonia artística, Panzeri arremetía contra la pavada establecida, la tontera de los medios y la mediocridad reinante. Su gesto adusto y su imponente pelada abandonaron las tribunas futboleras para instalarse en las mullidas butacas de los cines.

La dirección de la revista reposaba en las manos de lo que para algunos era el sector más "reaccionario" de la redacción, Lanny Hanglin, Mactas y Blotta.

Rolando Hanglin había sido convocado a "Satiricón" por Mario Mactas que lo conocía de los tiempos del Nacional Buenos Aires. Rolando había sido trotskista, pero ya no lo era. También había sido hippie. Se había dejado el pelo hasta los hombros, había viajado por toda Europa, conoció Marruecos y llego a Nepal. Como tantos jóvenes de la época, que realizaban viajes "hombre adentro", experimentando con drogas varias y viajes concretos recorriendo medio globo terráqueo para "encontrarse".

Lanny parecía haberse "encontrado" en España, pero le duró poco. Rompió con su pareja y volvió a Buenos Aires. Llegó preso de una furia santa. Descreído de toda su experiencia en el Viejo Mundo. Llegó a Buenos Aires casi sin plata y buscando la forma de ubicarse. Quería transformarse en un buen burgués. Después de su etapa de "loca bohemia", Rolando buscaba un lugar fijo de residencia, comprarse un coche y, aunque lo ocultara, una mujer que fuera capaz de bancarlo.

En Satiricón no desentonó. Sus ideas eran buenas y su estilo era punzante y polémico. Fue creciendo dentro de la Redacción hasta llegar, en esta nueva etapa, a formar parte de la plana mayor de la revista.

Para afuera todo era maravilloso. Es muy fácil a la distancia acusar de golpistas a quienes estaban en el país. ¿Quién no lo era? ¿Se acuerdan de aquel verano? Los argentinos hacían apuestas sobre el día en que los militares tomarían el poder. En las playas o en las sierras, en el campo o en las ciudades, el golpe estaba en boca de todo el mundo.

El número 25 de Satiricón del mes de febrero de 1975 mostraba en su tapa a los principales políticos del momento flotando en un mar de mierda. El título era "No hagan olas". En su nota, Oscar "Ringo" Bonavena proponía entregarle carnet a los giles para que, llegado el momento estuvieran impedidos de votar.

-Marcucci, la puta que los parió. ¿Me querés decir que es ese tipo en bolas en la página 20?

-Eh, eh...es un chiste...

El editor de Julio Korn, quería matarlo. Don Julio no había visto el dibujo, pero el tano sabía que si lo veía podía hacer un desastre. Podía significar el fin de "Mengano".

-Arréglenlo ya

Marcucci asintió. Se sentía agobiado. Lo que había empezado como el "Argentine Dream", es decir, un lugar en donde se podía trabajar poco y ganar bien, se había transformado en un problema.

-Déjese de joder, Marcucci. Usted es el director de la revista, ¿qué es eso de coordinador? Si usted da la cara y es el nexo entre la redacción y la editorial, usted es el DI-REC-TOR.

Lo habían apretado. En la oficina del mismísimo Don Julio. Y Marcucci sólo había atinado a decir que sí, que tenían razón y que hablaría con los miembros de la cooperativa.

Guinzburg y Abrevaya (Tom & Jerry) habían dejado de ser dos inexpertos. Lo más humorístico de Satiricón era producto de sus fértiles cerebros, Tomás Sanz no se quedaba atrás, Blotta se reservaba la primera página para reflexionar, Hanglin lanzaba furibundas diatribas a las mujeres, al cine nacional y... a cualquier cosa. Pepe Peña denostaba a los políticos y Dante Panzeri se dedicaba con ahínco a maltratar a los miembros de la farándula.

-Petiso, sos boleta.

-¿Ah si? ¿Y quién me va a boletear? ¿vos y cuántos más?

-No te calentés porque es peor.

-¡La puta que te parió! ¡Vení guacho, da la cara!

La puteada duró minutos. Del otro lado de la línea, en la oficina de Blotta, Mario Mactas, Pedro Ferranteli y Oskar, es decir, el Círculo Hermético, se desternillaba de risa escuchando al enfurecido Jorge Guinzburg desafiando al amenazador.

-Salgo a las ocho. ¡Vení, vení y vamos a ver quién es más macho!.

-¿Salís a las ocho? Vos si que te ganás la guita fácil.

Bombas, operativos de rutina, zonas liberadas, amenazas por carta, por teléfono, grupos comandos, ejecuciones sumarias. Eso era la Argentina. Bandas armadas tirotéandose unas a otras y el gobierno constitucional cada día más condicionado. La situación interna del partido gobernante era insostenible.

En la redacción de "Mengano", las cosas se ponían difíciles.

-Hola...

-Con Juan Carlos Mareco por favor

-Un momento

-Hola ¿quién habla?

-¡Mareco! ¿cómo andás?

-¡Carlos!, ¿cómo andás, querido?

-Mal. Me mandaron una carta firmada por vos.

-Yo recibí una firmada por vos ayer

-¡Qué hijos de puta!

-Leéme la tuya

-Espera... voy a ver si la encuentro. Acá está: "de mi mayor consideración. Estimado señor Carlos Marcucci: le envío esta misiva para hacerle saber que en el día de ayer ha sido condenado a muerte. Firmado: Juan Carlos Mareco"

-Es igual a la mía. Sólo cambia la firma

-¡Que cagada!

-Esto se va al carajo Carlitos... y mejor cortemos acá... sino vamos a ver esta charla publicada en "El Caudillo".

-Cuidate Pinocho

-Hablamos...

El director colgó el auricular, pero enseguida volvió a sonar. Ya ni siquiera quería atender. Siempre escuchaba las mismas cosas.

-Marcucci, tenés infiltración marxista -decile a Soriano que se cuide -Parrota tiene que irse -Amengual es boleta.

Marcucci se agarraba la pelada. Hablaba con sus amigos dirigentes del justicialismo. Rastreaba el origen de las amenazas.

-Son marxistas

-Mirá, el gordo puede ser. Pero los otros dos son dos atorrantes. Los conozco de siempre, ¡me cago en Dios!

-Cagate en quien quieras pero esos tres tiene que rajarse.

Los "marxistas" habían sido eliminados del staff de "Mengano" pero seguían trabajando y cobrando.

-¿Qué te crees? ¿Que somos pelotudos? Te dijimos que tenían que rajarse.

En los momentos de extrema tensión, Marcucci se preguntaba cómo había sido que aquél movimiento maravilloso que en los años de su juventud le había hecho conocer una vida mejor a él -que era un humilde trabajador de un aserradero, pero podía vestirse en "Rodher's"- se había convertido en esa bolsa de gatos.

Las vacaciones habían terminado, los atentados continuaban. Satiricón salió con una tapa tenebrosa. Un monstruo diabólico (¿Isabel?) de ojos rojos miraba a los lectores. Detrás de él, montones de cuerpos desnudos caían desordenadamente (¿hacia el Infierno?). El titulo era "El demonio nos gobierna". En el sumario de este número ("este número no se lo dedicamos a nadie porque estamos con la pálida") se anuncia la ausencia de la nota de Bonavena. El columnista había viajado a Estados Unidos, más exactamente a Reno, una pequeña ciudad en el estado de Nevada... Rolando Hanglin y Oskar Blotta firmaban la nota de tapa "...Viene a nuestra mente la imagen de los individuos liquidados en un potrero, rematados de un disparo a los sesos cuando se desangraban en la vereda, los que han caído con sus hijos y sus mujeres sin comerla ni beberla. Sus nombres salen en los diarios -miles de nombres desconocidos que resuenan con el mismo eco lúgubre de la sirena que congela nuestra sangre a cualquier hora- y no sabemos quiénes son, por qué se matan, qué hacen, qué buscan. ¿Quién puede hablar de política ante semejante espectáculo? ¿Quién puede suponer que alguien tiene razón cuando todo indica que lo que hay es un desborde de maldad sin precedentes, abotagando nuestra conciencia y acostumbrándonos a la idea de que algún sobrino nuestro que también está en la pesada, mata y muere por ciertas ideas que... ¿se fijaron? ¡no sabemos cuáles son esas ideas! ¿dónde están escritas? ¿quién nos ayudará a entender cuando sólo sentimos miedo, un miedo intenso y persistente y deseos irresistibles de gritar BASTA POR DIOS, NO MATEN MÁS A NADIE."

"Agotadas todas las instancias del mecanismo constitucional, superada la posibilidad de rectificaciones dentro del marco de las instituciones y demostrada en forma irrefutable la imposibilidad de recuperación del proceso por sus vías naturales llega a su término una situación que agravia a la Nación y compromete su futuro (...) Las Fuerzas Armadas han asumido el control de la República. Quiera el país todo comprender el sentido profundo e inequívoco de esta actitud para que la responsabilidad y el esfuerzo colectivos, acompañen a esta empresa, que, persiguiendo el bien común, alcanzará, con la ayuda de Dios, la plena recuperación nacional.

Jorge Rafael Videla-Teniente General, Comandante General del Ejército

Emilio Eduardo Massera- Almirante, Comandante General de la Armada.

Orlando Ramón Agosti - Brigadier General, Comandante General de la Fuerza Aérea.

Habían pasado cuarenta y cinco días del golpe. Días durante los cuales la redacción de Satiricón trabajó a pleno para hacer la revista adecuada. Dos reuniones en el Comando en Jefe del Ejército tratando de ponerse de acuerdo con los capitanes Corti y Carpintero. A la primera reunión fue Andrés Cascioli. A la segunda, Pedro Ferrantelli. A la tercera (¿la vencida?) se hizo presente el grupo. En ella el capitán Corti llevó la voz cantante:

-Este número no está mal. Sin embargo, entendemos que en este momento de reconstrucción que vive la Patria, no es conveniente que se editen este tipo de revistas. Les advierto que hay una bala para cada uno de ustedes en la recámara de mi revolver si es que insisten en editar esto.

-Señor Marcucci, debe presentarse en el Comando en Jefe del Ejército.

-¿A qué hora?

-Inmediatamente

-¿De qué se trata?

-De la revista. Se ordenó el secuestro de la edición.

La pelada le sudaba. Marcucci salió agitado de su casa con el último número de Mengano entre sus manos. "¿qué carajo pasará?". Mientras el taxi atravesaba la ciudad, él hojeaba aceleradamente la revista "pero la puta digo, si revisamos todo". De repente, se hizo la luz. NO habían revisado todo. Un relato había sido ubicado a último momento "total es un cuarto de página y con este tipo nunca tuvimos problemas".

-¿Y?...¿Qué me dice?

-Mire capitán...no sé que decirle...estoy abochornado. Imagínese si mis nietos leyeran esto. ¡Dos lesbianas viendo coger a dos putos!

-Mire Marcucci. Como nunca tuvimos quilombo con usted y por ser la primera vez, pasa. Usted sabe la pena que le corresponde.

-Sí. Por supuesto.

Marcucci reunió a lo que quedaba de Mengano.

-Muchachos, la revista cada día vende menos. Nos morfamos amenazas de izquierda y de derecha y por poco voy en cana por boludo. Cortémosla acá.

El nuevo proyecto de "Editores Asociados" se llamaba "El Ratón de Occidente". Su formato era tabloide. "El Ratón..." fue el principio del fin. Los buscadores de pelos en la leche comentaban "¿El Ratón de Occidente? ¿Que significaba? Los ratones roen. ¿No querrán roer las bases de Occidente?". En la redacción el clima se enrarecía. Andrés, con "Chaupinela" atragantada, maduraba una idea de revista de humor político y sabía que era casi imposible de hacer. Mientras tanto se mantenía a regañadientes asociado con Blotta.

-Señor interventor...

-Pase Marcucci, pase.

Carlos Marcucci era uno de los pocos que había zafado. La conducción del sindicato gráfico, donde Marcucci trabajaba como asesor y editor de la revista del gremio, había sido reemplazada por un general.

-Mire, quería hablar con usted por mi situación...

-¿Que situación Marcucci? Con usted no hay problemas.

-Yo vine para trabajar en la revista del Sindicato y ustedes no van a permitir que salga.

-...tiene razón.

-Así que no seamos hipócritas. Yo no puedo trabajar acá porque no estoy cómodo y por otra parte no puedo cobrar plata de los compañeros por no hacer nada.

-Marcucci, si todos los peronistas fueran como usted no habríamos dado el golpe.

-Si todos los militares fueran como usted, seguramente no lo habrían dado.

-Marcucci, piénselo bien.

-Ya lo pensé

-Bueno, cualquier cosa que necesite, no deje de llamarme.

Marcucci se recostó sobre el respaldo, tomó aire y se animó:

-General, tengo un problema

-¿...?

-La revista cerró, me voy de acá. La verdad... me quedo en bolas y no sé cómo voy a vivir.

-Marcucci, piense un poco. Debe haber algún lugar donde pueda trabajar creativamente y su nombre no aparezca...