EL SECUESTRO

-No, nena, no. El asunto es así. Él está leyendo el diario y vos te acercás con la cafetera en la mano. Él ni te mira. Está confiado, satisfecho de tener una mina como vos que se muere por servirle el café a él que es el macho de la casa. Entonces vos le tirás el café encima... displicentemente... como diciendo ¿quién te creés que sos, gil de cuarta?

-¿Se lo tiro sobre la camisa o sobre el pantalón?

-No interesa

-Pero si está caliente y se lo tiro en la entrepierna...

-No, Susana, mirá acá hacemos publicidad. Dejá que esas cosas las hagan Porcel y Olmedo. Vos tirale el café sobre la camisa.

-Era una idea...

-Bueno, ponete al lado de la cocina. Mirada ganadora. Sos única y ningún tipo te domina. Y vos, Mario, ya sabés, poné cara de boludo autosuficiente y listo. ¡Se rueda, luz...cámara...

La filmación había durado toda la mañana. El resultado era óptimo. Sólo faltaba compaginar y entonces "Emanuelle" tendría su corto publicitario con la actuación estelar de Mario Mactas y una modelo en ascenso, una morocha exhuberante llamada Susana Romero.

En la redacción, Oskar anotaba ideas y más ideas. "Emanuelle" era el escondite ideal. Nadie sospecharía de una revista femenina. El final de "Satiricón" y aquella disgregación producida en "El Ratón de Occidente", cuando Jorge Guinzburg planteó su desacuerdo con la revista y su alejamiento que produjo un efecto cascada en los demás colaboradores eran apenas un mal recuerdo, la vida continuaba pese a todo. Editores Asociados dedicaba sus esfuerzos a "Emanuelle" y a "Genios del Humor", un nuevo experimento humorístico, esta vez, en formato y tono de Selecciones de Reader's Digest.

"Astrología. El próximo número vamos a hacer un informe sobre las afinidades signo por signo". Oskar anotaba ideas para "Emanuelle". Llegado el momento utilizaría a cualquiera de los redactores que había en el staff, como esa vez que había decidido publicar una investigación exhaustiva sobre las poses amatorias según el libro sagrado de los bantúes. Aquella fantástica idea había ocupado cinco páginas. Nunca supo si los bantúes tuvieron un libro sagrado que relatara poses amatorias, pero ¿a quién le importaba?. La idea había sido brillante y aquél número había vendido mucho. Pero a Oskar ya no le interesaba aquél número. Eso era historia antigua. Lo único que le importaba era encontrar una buena idea. Ya buscaría quién la llevara a cabo. Eso no era importante. Oskar sabía que "escribir, escribe cualquiera". Mientras pensaba, hojeaba distraídamente los diarios. Siempre lo hacía así. No como Andrés, su ex-socio, que era capaz de leer todos los diarios del día en una mañana. Para Oskar los diarios eran aburridos, faltos de vida y no porque por aquellos días de 1977 estuvieran llenos de muerte. Esas elucubraciones eran impropias de Oskar. Ese razonamiento podía estar bien para Andrés, para Ulita, para Guinzburg o para Abrevaya. Pero no para Oskar, que nunca había razonado de esa manera y que por esos días solía enfrascarse en arduas discusiones cinematográficas con la única persona que no lo había abandonado (aparte de Viviana Gómez), Mario Mactas. Con Mario solían bajarse botellas de whisky y champagne alegremente. Aquellos excesos líquidos eran eliminados en largas sesiones de baños turcos en "Colmegna".

Mientras Oskar meditaba, se abrió la puerta de la oficina.

-¿Ya llegaste?

-No, todavía estoy filmando. Lo que estás viendo es el fruto de un viaje astral.

-¿Cómo va todo?

-Bien me divierto horrores. La Romero es un minón.

-Sí, sí. ¿Vas a trabajar o vas a estar todo el tiempo con los ojos inyectados en sangre y un hilo de baba en la comisura de los labios?

Los días transcurrían plácidamente en las oficinas de Editores Asociados. Número tras número, "Emanuelle" cometía pequeñas transgresiones que el férreo esquema del gobierno militar no registraba. Parecía que tal cual se había planeado, nadie prestaba atención al contenido de una revista femenina: ese amontonamiento de recetas, moldes "para estar a la moda con menos plata", horóscopos, chismes y alguna nota de fondo sobre por ejemplo, "¿qué hacer si un compañero de trabajo la invita a salir?". "Emanuelle" se escapaba del molde habitual. Lo que se decía era muy diferente a las cosas que aparecían en "Para Tí" o en "Vosotras". "Emanuelle" era una revista para mujeres pensada por hombres y esos hombres eran Oskar Blotta y Mario Mactas.

-¿Tiene "Para Ti"?

-Se agotó

-Qué macana...

-¿Por qué no lleva "Emanuelle"?. A mi esposa le gusta...

La mujer se sentía extraña. No era muy adicta a las revistas pero el verano se estaba haciendo largo. Por otro lado, su esposo, el General, llevaba una vida endemoniada. Ella sabía que casarse con un militar acarreaba una serie de situaciones que nunca le habían parecido demasiado incómodas: los constantes traslados, el aislamiento del resto de la gente eran hechos normales. A cambio de eso, se alcanzaba un nivel social de casta elegida que no estaba nada mal.

-Ramón, tenés que descansar

-No puedo. Mi cargo es vital. Si aflojo también lo harán mis hombres, el jefe debe dar el ejemplo.

El General Ramón Camps, entonces, aflojaba un poco la tensión de su mirada y le pasaba la mano a su esposa por la espalda en un gesto tenso que estaba entre el abrazo y la caricia. De hecho, Ramón nunca podía decidirse entre uno u otra.

Aquella noche, Ramón había salido pasadas las 23 horas y cuando Ramón salía de noche, ella no dormía. Se quedaba en vela, rezando por su esposo, que había salido a combatir "al enemigo marxista". En noches como ésta, de insomnio, solía entreterse leyendo, por lo general novelas de autores norteamericanos. Su favorito era Arthur Halley ("Aeropuerto"), pero esta noche no tenía ningún libro. Ni siquiera había conseguido "Para Ti", la tradicional revista de Editorial Atlántida que leía desde su adolescencia, no periódicamente, pero si lo suficientemente seguido como para saber que "Para Ti" era una de las pocas cosas confiables que quedaban en la Argentina. Sus consejos estaban dictados por el sentido común, los modelos que traía eran sobrios...en fin "Para Tí" se mantenía fiel a sus principios. Pero esta noche no tenía ni un libro ni el último número de "Para Tí". Para esa noche de vigilia, había traído del kiosco "Emanuelle". "A mi esposa le gusta", le había dicho José. El nombre de la revista le resultaba conocido. De algún teleteatro quizás...o de alguna película. Entonces lo recordó. Así se llamaba una de esas películas asquerosas que a los hombres les encanta ver. Esas películas en las que la protagonista se revuelca con todo el mundo. Ramón la había visto y se había escandalizado. Porque Ramón quería a su familia y no andaba putaneando por ahí, como sus camaradas de armas. "Emanuelle". ¿Qué clase de gente le pondría ese nombre a una revista femenina?

En su despacho, el ministro del Interior bufó. Desparramó su enorme cuerpo en el sillón y por un momento perdió la prestancia y la majestuosidad que todo militar, sobre todo si es general y más aún si es ministro del Interior debe mantener, pero Ramón lo exasperaba.

-Ramón, no rompás las pelotas.

-Yo no sé quién es el responsable. Simplemente digo que esa revista es inmoral. Mi esposa no pudo terminar de leerla. Si dejamos un sólo brote vamos a tener después una selva...

"A las doce tengo reunión de gobernadores. Después tengo que llamarlo a Joe y a la tarde tengo una reunión con Jorge...¿Quién le habrá puesto La Pantera Rosa? Le queda justo..."

-...responsabilidad ¿no te parece?

-¿Perdón?

-Que es necesario ponerle fin.

-Ah, sí, sí.

-Puedo hacerlo yo... si me das permiso

-Mirá Ramón, yo preferiría esperar. Cada vez que tocamos uno de estos intelectuales o editores de revistas nos cagan a llamados desde el exterior, ¿qué necesidad hay de armar más despelote? Esperemos al próximo número y les pegamos una apretada a través de la censura municipal...

"El próximo número. Que gordo miedoso."

-...podamos hacer algo

-Está bien, Albano.

Cuando el General Ramón Camps salió del despacho, el ministro del Interior sacudió la cabeza como para alejar el recuerdo de la visita del jefe de la Policía de la Provincia de Buenos Aires. Camps, por su parte salió con el convencimiento de esperar al próximo número para actuar. "A la mierda con la censura municipal". Lo que estaba en peligro con esa clase de basura era la integridad moral de la patria. La patria estaba en peligro por culpa de "Emanuelle", la patria, que estaba embarcada en la Tercera Guerra Mundial, una guerra con cientos de frentes de batalla, una guerra con un enemigo oculto y solapado, porque una guerra tradicional es fácil de llevar adelante. El enemigo tiene uniforme, suele hablar otro idioma...Pero esta guerra no. Esta guerra no querida por las Fuerzas Armadas era distinta. El enemigo se escondía en los lugares más insospechados: en los centros de estudiantes, en las comisiones internas de las fábricas, en los partidos políticos...El enemigo adquiría formas diversas. Hoy podía ser religioso, mañana profesor universitario, pasado periodista.

Oskar se sentía satisfecho. "Emanuelle" se afianzaba en el mercado, mientras que "Perdón", la revista de los "traidores" Cascioli, Guinzburg y Abrevaya (Sacco y Vanzetti), Carlos Ulanovsky, Alicia Galotti y John Melvin Hall habían ideado para pasar el chubasco, se hundía lentamente.

-"Diario de una mujer engañada"

-Me gusta

-Tiene que estar escrito en primera persona, con mucho veneno.

-Le digo a Viviana

-...En realidad...pensaba escribirlo yo.

Blotta se imaginó aquel diario de una mujer engañada escrito por Mario Mactas y largó una carcajada.

-Vas a firmar con seudónimo supongo

-No va a tener firma, porque va a ser un "documento" llegado a nuestra redacción por "manos anónimas". ¿Te imaginás?...

-¡QUIETOS! TODO EL MUNDO CONTRA LA PARED Y CON LAS MANOS ARRIBA.

El grito paralizó a Oskar y Mario. ¿Sería un robo o finalmente los Montoneros cumplirían con sus promesas?. Pero no. Los grupos armados habían sido derrotados y los argentinos iniciábamos el camino de la reconstrucción...

-USTEDES DOS SALGAN DE LA OFICINA

Uniformes, ropa de fajina y una par de monos con traje y corbata e infaltables anteojos oscuros, Ray-ban para más datos, que seguramente irían incluidos con los elementos de trabajo. Porque todos los pesados que por aquellos días andaban por la calle usaban los mismos anteojos. Uno a uno los miembros de la redacción dieron a conocer sus nombres, número de documento y el cargo dentro de la redacción.

-BLOTTA OSKAR Y MACTAS MARIO SALGAN DE LA FILA- el oficial estudió su lista y preguntó -¿QUIEN ES HANGLIN?.

Lanny había participado en los comienzos de Emanuelle, pero sus notas comenzaban a espaciarse. Por aquellos días Hanglin era el responsable de "Goles", una revista deportiva que entre otras audacias se atrevía a hablar mal del técnico de la selección, personaje al que por aquellos días estaba prohibido criticar por orden de la autoridad militar. La experiencia no duraría mucho y Rolando volvería en poco tiempo al grupo "Atlántida" para convertirse en periodista estrella y alcanzar durante el Mundial '78 la cúspide en la revista "Gente". Precisamente en aquél año fue enviado a Córdoba, ciudad que le había tocado como sede al equipo escocés.

Hanglin, aprovechó su apellido y su aspecto, se vistió con la tradicional pollera escocesa y se largó por las calles de "La Docta" para ver como trataban los cordobeses a un auténtico escocés.

El oficial se rascó la cabeza, releyó la lista, miró al grupo, volvió a revisar la lista, y se decidió por la correctora.

-VESCO, SILVIA. VENGA PARA ACÁ.

Silvia avanzó unos pasos

-¿Qué estudia?

-Sociología.

La miró dudando. Debía llevarse a tres personas y esta estudiante de Sociología bien podía reemplazar al Hanglin ése.

-USTED VIENE CON NOSOTROS

"Excelentísimo señor presidente de la República, Tte. Gral. Jorge Rafael Videla: Ante la desaparición de mi esposo, el periodista Oscar E. Blotta, L.E. 5.187.368 ocurrido el primero de mayo pasado y sobre el cual dan cuenta detallada los diversos medios periodísticos, me dirijo a vuestra excelencia a fin de requerirle que con urgencia se arbitren todos los medios necesarios para determinar su paradero y asegurar su libertad e integridad física. Colaciónese.

Viviana Gómez de Blotta"

-¿Quién es el responsable del Centro de Informaciones?

-¿Qué contactos tienen con los Montoneros?

El interrogatorio era extenuante.

-¿Cómo se mantienen económicamente? ¿Reciben aportes?

-Nos mantenemos gracias a la agencia de publicidad

-No se haga el vivo Blotta, ¿reciben plata de los guerrilleros?

"No, los guerrileros me querían boletear porque según ellos soy un facho"

-Bien, bien. Mactas, háblenos de su amigo Carlos Ulanovsky.

-Hace meses que no nos vemos, desde que volvió de México hablé poco y nada con Ulanovsky.

-Pero usted y él trabajaron para los Montos

-Eso fue un error

-Error las pelotas, hable sobre eso.

-Fue una falsa información. No tengo más nada que decir.

Mientras Oskar y Mario se comían el garronazo de sus vidas, sus amigos removían cielo y tierra.

-Debe haber sido la Marina. En negro Massera sabe lo que quiere

-Tenían ropa del Ejército pero pudo haber sido cualquiera.

-Si fue Camps, difícil que aparezcan vivos.

-La solicitada ésa que publicaron no ayudó mucho.

-Es imposible. Trabajamos con células, al estilo de los guerrilleros, por lo tanto no sabemos que hace el grupo de al lado.

La mayoría de las puertas se cerraban. Algunos amigos negaban su apoyo. Quienes apoyaron con un ímpetu sorpresivo fueron los medios de comunicación. No sólo fue publicado por "La Opinión", sino que también el centenario diario "La Nación" le dio cabida en sus páginas al secuestro de Oskar y Mario.

El general Camps había reconocido a su camarada de armas desde el "Hola" por su vozarrón.

-¿Cómo anda señor ministro?

-Cómo el culo. Me están apretando de todos lados.

-No se preocupe señor ministro.

-No jodas Ramón, cuidalos.

Cuando no los estaban interrogando, Oskar y Mario eran llevados a sus celdas, tabicados y sin posibilidad de contacto con los otros detenidos; estaban en la primera etapa de la desaparición. Luego de los intensos interrogatorios, los prisioneros comunes comenzaban una rutina dura que al menos contaba con la camaradería y el apoyo de los otros presos. Pero ni Oskar ni Mario entendían la mística unión entre los presos, no por insensibles, sino por la desconexión que sufrían con el resto. Desconocían cosas como la "ley de fuga" (consistente en hacer correr a un prisionero y acribillarlo por la espalda) o los fusilamientos ficticios y otras torturas psicológicas les eran ajenas. Hasta aquí sólo habían recibido golpes y preguntas, más la promesa formal de "un poco de máquina si no cantan rápido".

Entre interrogatorio e interrogatorio Oskar y Mario buscaban razones para lo que les estaba sucediendo. Oskar lo tenía claro. Todo pasaba por la desubicación. En medio de una guerra no se puede estar de joda corrida y eso era lo que habían hecho. En la oscuridad del encierro, mientras escuchaba los cuchicheos de las celdas y los gemidos que llegaban desde el cuarto de interrogatorios, Oskar se convencía de que lo mejor hubiera sido darse cuenta de la guerra que se desarrollaba en las calles. Pero ya era tarde.

Mario, en cambio, no tenía respuestas. Buscaba entre sus recuerdos hechos que justificaran su actual situación. Recordaba los últimos números de "Satiricón", aquellas notas oscuras y pesimistas que hacía con Lanny, pero nada alcanzaba para justificar la situación en la que estaban. A Mario se le habían quemado los papeles, él que era de los que sostenía que al que no estaba en nada no le pasaba nada, se encontraba pagando muy caro "algo" que no sabía a ciencia cierta que podía ser. Por otro lado, este garronazo no era otra cosa que el remate de una serie de garrones acumulados. Es decir, que la acumulación de garrones terminaba con este gran garrón que podía muy bien ser el último. Quizás por primera vez en su vida, Mario Mactas compartía (a disgusto) algo con sus compatriotas, éste, su gran garrón personal, venía a coincidir con el Gran Garrón Nacional.

-El General Corbetta está en el teléfono. Lo estuvo llamando todo el día.

Harguindeguy resopló. Le indicó a su secretaria que no tenía tiempo, pero que le dijera al General que a primera hora del día siguiente podría atenderlo, aunque en realidad no le causaba mucha gracia recibirlo. Corbetta le traía malos recuerdos.

Recién se había instalado el gobierno militar, la "guerra" estaba en su apogeo. cuando el 14 de junio de 1976 el país se despertó con la noticia de que una bomba había asesinado al jefe de la Policía Federal y a su esposa. La asesina había sido la mejor amiga de la hija del jefe de la Policía, el General Cardozo, sustituto de Carlos Alberto Villar que fuera asesinado tiempo antes por una bomba que había estallado en su embarcación mientras navegaba por el Tigre. Es decir, que el reemplazante del general Cardozo sería el tercer jefe de Policía Federal que asumía en menos de dos años. El Ministro del Interior sudaba frío con sólo recordar aquellos quince días en que Arturo Corbetta se había hecho cargo de la jefatura de la Policía Federal. Días de tensión que llegaron a su pico cuando Corbetta amenazó a la plana mayor de la Policía con sacar los tanques a la calle si no entregaban los presos clandestinos que tenían. "La represión debe hacerse por derecha", les dijo.

-¿Cómo anda señor ministro?

-Tapado de trabajo

-Entonces vamos al grano. Tengo un par de amigos con problemas.

-Mire Arturo que es poco lo que puedo hacer...

Mientras hablaba con Corbetta, Harguindeguy recordaba aquél viernes de julio cuando los dos habían coincidido en llegar al mismo tiempo a lo que quedaba del comedor judicial que funcionaba en el edificio de Superintendencia en la calle Moreno 1917 y que una bomba había hecho volar por los aires a las 13:20 de ese día. El resultado fue que dieciocho policías murieron y sesenta y seis fueron internados con heridas más o menos importantes.

El atentado agravó la situación de tirantez con la Policía Federal. Durante el sepelio de las víctimas los compañeros desfilaron frente al jefe del organismo al grito de "¡por derecha, por derecha!". El lunes 5 de julio la sociedad se vio sacudida por una cantidad de hechos de sangre bastante llamativa: un fusilado en el Obelisco y la matanza de un grupo perteneciente a la orden de los Palotinos ocurrida en el barrio de Belgrano. Estos hechos pudieron o no estar conectados con el atentado al Comedor Policial, lo cierto es que dos días después la cúpula policial había sido reemplazada. El jueves 8 de julio asumía el nuevo jefe de la Policía Federal, el General Edmundo René Ojeda. En su tapa, la revista "Gente" anunciaba los temas de la semana "El crimen de los religiosos"/"La bomba en la Policía"/"¿Qué debe hacer un padre para que su hijo no sea subversivo?".

-Albano, yo sé que no es fácil, pero estos dos son famosos...

-¿Los dos periodistas? ¿Cómo sé yo si no los secuestraron los guerrilleros?

Corbetta lo miró fijo.

-Mire Arturo, si puedo hacer algo, no tenga duda de que lo voy a hacer.

El General Ramón Camps estaba agotado por el último interrogatorio. Además, durante todo el día había recibido llamadas preguntado por esos dos. "Son famosos", "son amigos", "no jodas que son del palo"... Pero el último llamado había sido decisivo. Aunque odiara lo que estaba por hacer, sabía que no tenía alternativa.

-Llamó el jefe. Dice que tenemos que liberarlos.

-Hagamos un último intento a fondo

-No podemos tocarles un pelo. Parece que no es joda. Me dijo que los liberemos lo antes posible.

-¿Así nomás?

-Así nomás

-Pero estos tipos son jodidos, seguro que tienen contactos con la Guerrilla Internacional. Son peligrosos.

-¡Qué mierda van a ser jodidos si escribían en una revista de chistes!, Liberémoslos rápido. Me parece que el jefe se mandó una cagada.

Oskar y Mario estaban preparados para todo. La revisación médica sólo podía presagiar lo peor. Es decir, que había llegado la hora. Hasta ese momento había sido todo muy blando. Ahora todo lo que habían escuchado en su cautiverio les sería aplicado a ellos. Entonces los liberaron.

"SOLICITADA: Ante la preocupación evidenciada por todos los medios periodísticos, la empresa Editores Asociados, responsable de las publicaciones Emanuelle, Ratón de Occidente y Genios del Humor, hace saber que los señores Oskar Blotta y Mario Mactas y la señorita Silvia Vesco se encuentran perfectamente en el seno de sus respectivas familias y en perfecto estado de salud mental y física"

La Razón, lunes 7 de marzo de 1977

Si el secuestro había sido inesperado, la libertad no lo había sido menos. Los dos hechos resultaron misteriosos tanto por los motivos como por los responsables.

REAPARECIERON DOS PERIODISTAS

En el juzgado de instrucción del doctor José María Orgeira, secretaría del doctor Alejandro Sañudo, se presentó el hermano de Mario Mactas, directivo de la revista "Emanuelle", para informar -en el habeas corpus deducido en favor del nombrado con motivo de haber desaparecido- que aquél había regresado a su domicilio. Por su parte, el hermano de Oskar Blotta -también directivo de Emanuelle, sacado de la oficina de la revista el lunes de la semana última juntamente con Mactas-, hizo saber al Juzgado de Instrucción del doctor Carlos A. Tavares, secretaría del doctor Luis Alberto Macchi -donde se había radicado un habeas corpus en favor de aquél- que desistía de la presentación, por cuanto Blotta había reaparecido.

La Nación, 9 de marzo de 1977

Al salir Oskar y Mario suponían estar en deuda, pero no podían saber a ciencia cierta con quién. Por el lado de Oskar se sabía que las relaciones de la agencia de publicidad eran importantes. Lo cierto era que estaban libres y eso era toda una sorpresa.

-La próxima vez no te vas a librar tan fácil.

-Andate o sos boleta.

-Tuviste suerte. No abuses

No habían terminado de instalarse en la vida cotidiana cuando comenzaron a recibir amenazas. Claro que una cosa es una amenaza así, pelada, y otra muy distinta es una amenaza con el antecedente de unos días de estadía en el Infierno. Ninguno de los dos se lo pudo bancar.

-En cuanto llegues, comunicate con los teléfonos que te dio el viejo, mirá que te recontrarrecomendó.

-No te preocupes y agradecele a Don Ernesto de nuevo.

Mario Mactas y su familia se fueron a Colombia. Mario iba recomendado por Ernesto Sábato a uno de los medios más importantes de ese país.

Oskar, por su parte, viajó con su familia rumbo a Estados Unidos, nación en la que había vivido durante su juventud. Allí podría hacer los que quisiera, viviría vendiendo sus chistes a distintas publicaciones. Allí podría dar rienda suelta a su capacidad como humorista que era, en suma, lo único que le importaba. Ya lo había dicho alguna vez escudándose en el anonimato de los pies de página: el no era ni yanqui ni marxista, el era humorista y de eso pensaba vivir.