LOCURA

La Argentina había iniciado una nueva etapa. Atrás habían quedado los cantos de sirena de los demagogos populistas representantes de la partidocracia decadente que cerca habían estado de arrojar al país a las garras del marxismo-leninismo. Desde el 24 de marzo de 1976, la Argentina era gobernada por caballeros militares que encaraban la guerra contra la subversión de la única manera que podía encararse: con decisión y firmeza. Pero los caballeros de la guerra no estaban solos. Los acompañaban en la dura tarea de la Reconstrucción Nacional el elenco estable de todos los golpes militares, chirinadas o fragotes que habían existido en la Argentina. Esta nueva etapa exigía el esfuerzo y la comprensión de la población que debía resignar algunas cosas en aras de la realización del futuro de grandeza que le esperaba en el cual la Nación Argentina ocuparía el lugar que le correspondía en el concierto de las naciones.

El Proceso tenía objetivos y no plazos. Lo único que importaba era que al final del largo y sinuoso camino que se había emprendido, estaba la democracia. Pero no una democracia común: una democracia adjetivada de acuerdo a la inflamada verba militar que se utilizaba por aquellos días. Una democracia "moderna", "eficiente", "que merezca ser vivida", etc, etc. Mientras esa democracia "de luxe" llegaba, se suprimían la Constitución, el Congreso, los Centros de Estudiantes...

El gobierno acabó también con ese fruto de mentes perversas que eran las revistas humorísticas. Los integrantes de las distintas redacciones decidieron irse. México, Colombia, España, Francia, Italia. Cada uno buscaba el país adecuado donde radicarse. Los otros, los que se quedaron, irrumpieron en la publicidad. Las compañías más importantes les dieron cabida. Allí utilizaban su creatividad y sus nombres no figuraban. Era la actividad perfecta para vivir el exilio interior que la situación del país imponía y esperar que las cosas mejoraran para volver a reírse de todos y de todo: "por ahora hay que pasar inadvertidos, mirá lo que les pasó a Oskar y Mario". Guinzburg apuraba el café, un cliente lo esperaba en las oficinas de Lautrec. "Andá Jorge, no hay problema". Y Jorge se fue corriendo. Yo me quedé. La tarde estaba fantástica y la Recoleta daba una sensación extraña de remanso en medio de la tormenta.

Dentro de tanta depresión y violencia, ocurrió algo impensado. Un loco iba a sacar una revista humorística. Y no sólo eso. Buena parte del "grupo" había sido convocado.

"Estamos en conversaciones, pero en cuanto salga quiero tenerlos adentro". Daniel Ripoll hablaba con vehemencia. No era para menos. Estaba a punto de editar la versión argentina de una revista humorística de fama y prestigio internacional. Sólo faltaban detalles menores para que Mister William Gaines diera el sí. En cuanto lo hiciera, "Mad" estaría en los kioscos, con los humoristas que le habían hecho ganar merecida fama internacional (Don Martin, Sergio Aragonés y sus caricaturistas excepcionales) y un puñado de humoristas argentinos.

Cuando recibió la primer llamada, Mister Gaines comenzó a buscar en su cabeza información sobre la Argentina. Sabía que era un lejano país al sur del Río Grande. Bien al sur. Argentina, ese país mítico al que se dirigían los criminales de las películas de Hollywood. Como en "Gilda". Pero no, Gilda se desarrollaba en Montevideo. Gaines buscaba en su cabeza. Había visto "Evita" pero no estaba seguro si se desarrollaba en la Argentina...

-O.K.

Dos letras. Simplemente dos letras alcanzaron para mover los mecanismos necesarios para que "MAD" saliera en la Argentina, dos letras puestas en el orden correcto "O.K.". Puestas al revés, todo habría acabado, "K.O.". Pero todo estaba OK y así seguiría. Al menos eso pensaban Ripoll y sus amigos.

Daniel Ripoll era un joven editor de revistas que había formado parte del Grupo Di Tella allá por los '60. Por aquellos años, un clan de artistas realizaban "happenings", recitales, exposiciones. Aquella experiencia se desarrolló bajo el influjo de Jorge Romero Brest, un crítico de arte que creó un espacio de libertad inédito bajo el ala del Instituto Di Tella.

Al poco tiempo Ripoll enfiló hacia el rock. Conoció a la gente de "La Cueva" y organizó el primer gran festival de rock que se hizo en la Argentina, "Festival Pinap". "Pinap" fue la primer revista que se dedicó a la "música joven" en nuestro país. Por aquellos años todo estaba muy mezclado y en las páginas de esa revista convivían verdaderos rockeros con cantantes netamente comerciales. Con el tiempo "Pinap" desaparecería y Ripoll editaría "Pelo", una revista dedicada exclusivamente al rock & roll.

El rock como movimiento tuvo serios problemas. Por un lado la cultura oficial detestaba a esos pelilargos y sucios hippies que debían sin duda ser drogadictos y maricones. Por el otro, la juventud "comprometida" veía al rock como un instrumento del imperialismo. Eran los años de las ideologías absolutistas y no comprometerse era peligroso. Una parte del rock se comprometió. Los más importantes músicos del momento llegaron a tocar en la cancha de Atlanta en un acto organizado por la juventud peronista en favor de Hector J. Cámpora. "Pelo" se mantuvo al margen. Ripoll, en cambio, tuvo su programa de radio que se llamaba "Algún día". Aquel programa dio pie a una revista con el mismo nombre. Ripoll era rockero, planetario, internacionalista y ese era el mensaje que emitían sus proyectos. De la radio lo echaron los peronistas y la revista la tuvo que cerrar.

Después del golpe de marzo del '76, Daniel Ripoll recibió una extraña oferta:

-Necesitamos alguien que hable de rock, queremos que hagas una columna...

El emisario había sido Carlos Ulanovsky y la revista que necesitaba un columnista de rock era una nueva publicación "una especie de Radiolandia, pero a nuestro estilo", según dijo alguien en la primer reunión.

"Perdón" no duró mucho, pese a su staff estelar. Participaban Cascioli, Guinzburg y Abrevaya (Chassman y Chirolita), Ulanovsky, la Galotti. Ripoll quedó bastante amigo de Andrés Cascioli y del resto del equipo. Así que cuando se le ocurrió la idea de editar "Mad" en la Argentina, la primer persona que lo supo fue el Tano Cascioli.

El 7 del 7 del '77 el primer número de "Mad" estaba en los kioscos. En la tapa, Alfredo E. Newman, el personaje de todas las tapas de "Mad", nadaba alegremente ajeno a la presencia del Tiburón de Steven Spielberg que se acercaba con sus fauces peligrosamente abiertas. Vale la pena aclarar que pese a que "Tiburón" fue estrenada en todo el mundo en el año 1975, los argentinos recién la pudieron ver en verano del '77. La censura había retenido la película insólitamente casi un año y medio. Cuando llegó a los cines, "Tiburón" tenía unos cuantos minutos de menos.

En el staff de "MAD" figuraban Guinzburg y Abrevaya (Mutt & Jeff), Alfredo Grondona White, Ceo, Tomás Sanz, Perez D'elías, Tabaré y por supuesto Andrés Cascioli. La experiencia no se parecía demasiado a la de otras revistas, había algunas reuniones para coordinar ideas, pero el trabajo se hacía afuera de la Redacción, que en realidad casi no existía, ya que era una parte ínfima de las oficinas de "Magendra", la editorial de la mítica revista "Pelo". La revista se armaba con las ideas de los argentinos y con el material enviado por la central estadounidense, material que por otra parte era conciencudamente expurgado.

"MAD" había nacido en los Estados Unidos a mediados de los '50 en plena euforia del rock & roll y las camperas de cuero, el baile del hula-hula y el auge de la televisión. Pero los '50 también fueron los años del macartismo. Los yanquis y los rusos competían por el armamento nuclear y la gente fabricaba refugios en el jardín de sus casas. En medio de este clima, un senador de un pequeño estado de la Unión aprovechó e hizo cundir el pánico cuando advirtió que tenía pruebas de que existía una conjura comunista que buscaba infiltrarse en la vida cotidiana, ese plomero, esa empleada, esa maestra podían ser agentes comunistas, todo el mundo estaba expuesto a caer bajo el influjo del enemigo "rojo" y transformarse en un traidor. El enemigo marxista se infiltraba también en el espectáculo para enviar desde allí su mensaje pernicioso. Joseph Macarthy aprovechó las circunstancias y apareció en millones de televisores dispuesto a encarar la lucha contra el enemigo comunista. Entre los medios de prensa perseguidos por Macarthy estaba "MAD". Con el tiempo, el senador volvió a su estado y la paranoia se disipó. La revista "MAD" recibió entonces una plaqueta del Congreso de los Estados Unidos en reconocimiento por su lucha en favor de la libertad de expresión resistiendo los embates de la Comisión Investigadora de Actividades Antiamericanas comandadas por el senador Macarthy.

-¿Cómo se financian?

-¿Qué contacto tienen con el exterior?

-¿Qué sabe de Graiver?

Hacía dos días que Daniel Ripoll escuchaba estas preguntas en las sesiones de tortura que los hombres del General Camps solían propinarle a los prisioneros, sesiones que eran intensivas pues después de un lapso prolongado, los cómplices del prisionero, advertidos de su secuestro ya estarían fuera del país.

La razón por la cual Daniel Ripoll había sido detenido estaba en las dos últimas páginas de la edición número 7 de la revista "MAD". En ellas podía verse a dos curas recorriendo la iglesia de uno de ellos. El templo era fabuloso, con vitrales y un altar de oro. Cuando salían del edificio se podía ver que la iglesia estaba enclavada en un barrio miserable. Entonces los curas se subían a un Cadillac y se iban. El "chiste" había causado malestar en la Iglesia. "El gobierno argentino se pone mad con MAD". El juego de palabras no era original pero si bastante ejemplificador. En el resto del mundo nadie entendía cómo podía ser que se secuestrara al editor argentino ¡de MAD!. Mister Gaines envió a sus abogados y llovieron protestas de todo el mundo. Entonces alguien decidió blanquearlo. A partir de ese momento Ripoll compartió dos meses de prisión con Jacobo Timmerman.

Al número siguiente, "MAD" se disculpaba por "Altar Ego", "publicado por un error de armado". A partir de ahí, "MAD" comenzó a desinflarse, en parte por temor y en parte porque Cascioli tenía entre manos otro proyecto. Así, el grupo argentino de "MAD" comenzó a desligarse de la revista.

Daniel Ripoll fue liberado gracias a las presiones del exterior. Cuando salió, se preguntaba que iba a hacer de su vida. "¿Qué problema se hace viejo? Usted está blanqueado.". Eso le había dicho uno de los militares el día que lo liberaron. Espantado por el "purgatorio" que había tenido que pasar, Ripoll hizo sus valijas y viajó "por unos días para agradecerle a Mister Gaines". Volvió dos años después.

"MAD" salió durante un par de años más y finalmente cerró cuando su editor advirtió que los royalties que debía pagar eran muy caros.

Andrés Cascioli se ganaba la vida con una pequeña agencia de publicidad que funcionaba en las oficinas que habían sido la redacción de "Chaupinela". Por aquellos días Tomás Sanz laburaba para el house-organ de la Asociación de Muebleros. Todo el grupo estaba separado. Algunos nos reuníamos en la agencia de Andrés

-...¿Y tano? ¿qué te parece?

-Mirá Fabre, puede ser que tengas razón, pero este no es el momento, nadie está dispuesto a poner dinero en una revista humorística.

Mientras seguía cebando mate, Aquiles Fabregat insistía con el mismo tema, el Tano se sentía presionado y yo me acariciaba la barba.

Era una de las tantas tardes muertas en la agencia de publicidad que Andrés había armado una vez que se hubo separado de "esos tipos". "Esos tipos" eran Oskar y Carlos Blotta, por supuesto.

-Andrés, la gente se lo merece y lo está esperando.

Ese era el latiguillo que Fabregat agitaba para convencer al Tano de editar una revista humorística.

Uno de mis refugios predilectos a fines del '77 era la oficina de Piedras 482. Con Andrés nos llevábamos bien y, aunque no pudiéramos recordar los viejos tiempos, porque en cuanto escuchaba algo referido a Oskar el Tano se brotaba, por lo menos tomábamos buenos mates.

-¿Por qué tanta agitación?

El Tano, Fabre y Tomás estaban excitados. Andrés me respondió.

-Apareció una punta, vamos a reeditar algunas cosas de Chaupinela y si vendemos bien, quizás podamos juntar guita para sacar algo nuevo, la gente de la distribuidora me pidió un proyecto de revista humorística.

Mientras Andrés hablaba, Fabre me miraba serio, con el cigarrillo en la boca y Tomás seguía revisando material. Los dos números de "Lo mejor de Chaupinela" anduvieron mejor de lo esperado, había capital, se convocó a un grupo de dibujantes y el ambiente comenzó a moverse. Había empezado 1978.

-¿No tenés miedo que la clausuren?- pregunté

-Un poco. Me dijo Landrú que los militares no van a permitir nada como Satiricón.

-¿Hablaste con Landrú?

-El otro día fui a Clarín a ver al Menchi Sabat y me crucé con él. Me dijo que nos cuidáramos, que él sabía que los generales no iban a permitir revistas como aquella.

Juan Carlos Colombres, más conocido por su seudónimo, Landrú, edificó su fama a partir de su humor costumbrista. Director de una revista que marcó rumbos, como "Tía Vicenta", que por aquellos días estaba en su tercera época. Esa revista que había sufrido en sus comienzos la censura del presidente de facto Juan Carlos Onganía por haber dibujado al dictador como a una morsa, en esta tercera etapa tenía una diferencia sustancial con aquella: sus chistes eran consensuados con el Ministerio del Interior. Es decir que Landrú conocía el pensamiento del Gobierno por dentro. Al menos eso se rumoreaba. Lo cierto es que Landrú se cuidaba muy bien de no dibujar a los militares. Debido a esto su principal víctima en el corto tiempo que salió Tía Vicenta fue el doctor José Alfredo Martinez de Hoz. Landrú conocía a Joe del colegio "Cinco esquinas" y del Nacional Sarmiento. El ministro se quejó por un chiste que no era de Landrú donde se veía una lata con un cartel que decía "Italo". En la lata metían sus manos el ministro y sus colaboradores. Cuando se publicó el chistecito, Landrú estaba de vacaciones, pese a lo cual le puso el pecho a la queja del ministro y se la bancó.

Era junio de 1978. El Mundial de Fútbol estaba por comenzar. Dante Panzeri era el encargado de deportes de "La Prensa" . Desde esas páginas se opuso tenazmente a la realización de "Argentina '78", lo que le valió apretadas desde diferentes sectores del gobierno y conflictos con el diario. Todo estaba listo. El Mundial era un hecho y la revista se estaba armando. Entonces Dante Panzeri se murió. El iba a ser un puntal de Hum(r), "Humor registrado", y el Tano decidió que pese a la muerte de Dante habría una sección deportiva en la revista. La sección se llamaría "Pelota", la dirigiría Tomás Sanz, que colaboraba con Dante en "La Prensa" y José María Suarez (Walter Clos) firmaría las notas de fondo de la sección en la que, año a año se recordaría puntualmente a Dante Panzeri al llegar la fecha del aniversario de su muerte.

Pese a la propaganda oficial, fueron escasos los turistas que llegaron al país. Algunos españoles, italianos, un par de brasileños y un grupo de escoceses borrachos instalados en Córdoba. Nadie más, por culpa de la campaña antiargentina que mostraba campos de concentración y hablaba de gente torturada y desaparecida.

-"Humor registrado" ¿qué tal?

-El logo es bárbaro

-Mérito de Grondona White, pero la revista ¿qué te parece?

La hojeé unos segundos, sabía que la formulación gráfica era de Grondona, pero también sabía que la había hecho para un título registrado por Carlitos Abrevaya "Hombre registrado", proyecto de revista periodística que se pinchó en aquellos días de 1977, cuando se cayó "Perdón".

-Tano, vos sabés que a mí las historietas me rompen un poco las bolas y esto está lleno de dibujitos

-Si, pero así y todo la declararon "de exhibición limitada" por la tapa.

La tapa mostraba al verborrágico entrenador técnico de la selección nacional (César Luis Menotti) al que le agregaron unas orejas al estilo de las del Ministro de Economía (José Alfredo Martínez de Hoz). A la distancia puede parecer tonto, pero en aquellos días, el flaco Menotti era el responsable de llevar a la gloria al deporte argentino y darle a la gente la alegría de ganar el campeonato. Para eso contaba con un equipo fuerte y aguerrido. Con eso y con una pequeña ayudita de los amigos (Argentina 6 - Perú 0 ¿remembrer?) lo lograría.

José Alfredo Martínez de Hoz -Joe, como lo había bautizado el común de la gente, aunque con el tiempo se lo recordaría como "ese orejudo hijo de..."- llevaba adelante un plan económico tan ortodoxo y "liberal" como el de todas las dictaduras que hasta ese momento se habían instalado en la Argentina. Pero esta vez contó con la asistencia de ingeniosos publicistas que a través de una serie de spots y slogans contundentes habían logrado impactar en el ciudadano ("Achicar el estado es agrandar la nación"). Es decir, que jorobar, con esos dos personajes, era como eructar en medio de una ópera.

-Esperemos que funcione...- me dijo el Tano y yo no supe que responderle.