EL ANGEL GRIS

"Existe una esquina entre todas las esquinas del universo en la que quizás nos podamos encontrar, quién le dice que esa esquina no esté en el centro mismo de Parque Chas y que quizás usted y yo podríamos vernos en ese fantasmagórico lugar..."

La esquela continuaba, pero el resto no es demasiado importante. La curiosidad fue más fuerte que el temor a no poder salir de ese predio mágico sobre el cual circulan historias inquietantes.

Me interné en Parque Chas luego de estudiar exhaustivamente el plano de la zona. A mí no me pasaría lo que a los protagonistas de aquellas historias, yo iba a salir de Parque Chas. A los pocos minutos comencé a inquietarme. Mi rumbo se tornó errático. Me encontraba, para qué negarlo, desorientado. "No debí haber venido de noche".

-¿Cómo le va amigo?- la voz, profunda, me sacó de mis cavilaciones.

-Aquí me ve, un tanto desorientado. Salvo ese detalle está todo bien...

-Estaba más flaco que la última vez que lo había visto y su mirada dejaba traslucir una cierta desesperanza.

-Se preguntará por qué lo convoqué.

-Tiene razón. Me pregunto por qué me llamó a mí y no a Alejandro.

Alejandro fue su interlocutor durante años. Desde 1971, fecha en que lo recibió en París, visita que fructificó en una serie de ambiciosos relatos, barrocos y grandilocuentes que, por suerte para los lectores, Alejandro Dolina despojó de esos manierismos cuando los dio a conocer. Manierismos que hubieran provocado que aquella saga no tuviera el impacto que buscaba.

La historia de los Hombres Sensibles de Flores, su derrotero en esta vida, su enfrentamiento con diversos grupos como "Los Refutadores de Leyendas", "Los Racionalistas de la calle Condarco" y otras sectas que se me escapan, pegó fuerte en gran cantidad de lectores.

-No son mías

-¿Cómo?

-Que esas historias no son mías. Me las dicta el Angel Gris.

Cuando Alejandro me confesó este secreto no pude creerlo y le exigí pruebas. Así fue como un incierto día de 1981 me interné en las calles del barrio de Flores y conocí a quien utilizaba los servicios del Negro Dolina para dar a conocer sus historias.

-No son mis historias. Ocurrieron tal cual las relato. Sólo soy un observador.

Después de aquél encuentro volví a ver al Angel Gris un par de veces, siempre en compañía de Alejandro Dolina.

-No crea que no intenté conectarme con nuestro común amigo, pero anda muy ocupado. Hace radio, televisión... en fin, preferí no importunarlo más.

Desde 1987 que el Negro no había vuelto a escribir nada escudándose en un supuesto vacío creativo, allí comprendí que el vacío creativo era la falta de contacto con el Angel Gris.

-¿Qué pretende de mí? ¿Tiene nuevas historias?

-No... sólo quiero compañía. Alguien que me escuche, todos parecen haberme olvidado. Mis historias ya no llaman la atención, a nadie le interesa escuchar sobre novias que vuelan, murgas, poetas melancólicos, esquinas diabólicas...

-¿Es por eso que abandonó Flores?

-Abandoné Flores porque se llenó de coreanos. No tengo nada contra ellos, pero mis historias, simples y melancólicas, fueron reemplazadas por historias de ninjas, de dragones flamígeros... no es lo mismo hablar de un libro cuya lectura vuelve demente a quien la acomete, que relatar la "Historia del Tetris Maldito", un juego que envía al infierno a quien soluciona todas sus pantallas... la tecnología no va conmigo.

Nos habíamos sentado en un banco de la plaza y mientras el Angel Gris se entregaba a sus elucubraciones yo me dedicaba a matar hormigas con el pie. No las mataba de un pisotón. Como eran hormigas negras, de las grandes, les pisaba la mitad trasera. Y mientras las hormigas agonizaban, el Angel Gris recordaba:

-Yo los protegí, sin mí hoy serían historia. Escribirían sobre ellos como escriben sobre... Rodolfo Walsh, por ejemplo. ¿Por qué los protegí?. Descubrí en ellos la esencia de aquél otro grupo con el que me había encariñado: "Los hombres sensibles de Flores". Claro que no eran de Flores, pero no me importaba. Andrés, Tomás y los que los siguieron merecía mi apoyo.

El Ángel seguía con su letanía mientras yo continuaba mi hormiguicidio.

-Sin mi protección no podrían haber hecho aquella revista, todavía recuerdo a los Refutadores de Leyendas mofándose de ellos. "¿Enfrentar tanques y ametralladoras con una revista de chistes? No nos hagan reír", eso decían y se jactaban de tener tan claras sus ideas. Hubo momentos de zozobra, por supuesto, pero se compensaban con la sensación de no estar solos, la gente se acercaba a la Redacción, llevaba facturas, alfajores y acompañaba al grupo de inconscientes en esa labor temeraria de hacer humor en medio del horror.

Lo miré por primera vez desde que nos habíamos sentado, el asesinato sistemático de hormigas había terminado por aburrirme.

-Don Ángel ¿usted no estará extrañando aquellas épocas?

-Es paradójico ¿verdad? Buscar algo en forma tenaz para descubrir después que no alcanza. Eran épocas terribles, si, pero esperanzadas. Todo estaba por hacerse y hoy, que tenemos lo que queríamos nos sentimos vacíos. Extraño la mística de la lucha, aquella época en que un análisis político podía significar el cierre definitivo de una publicación. Recuerdo aquella noche en que Alejandro le presentó a Cascioli a un muchacho joven, cordobés, que había estudiado en Inglaterra y que escribía en una revista de Editorial Atlántida... "Somos" creo que se llamaba. Enrique Vázquez empezó a escribir sobre política internacional y al poco tiempo ya opinaba sobre cuestiones nacionales y en particular sobre la interna del Ejército. Era el año 1981, si mal no recuerdo.

Encendí un cigarrillo, le ofrecí uno y me lo rechazó.

-¿No tenían miedo?- le pregunté

-Sí, pero ya estaban lanzados. Hasta tenían un búnker donde ocultarse cuando las cosas se ponían más complicadas. Allí durmieron la semana aquella de 1982 cuando secuestraron el número 97 de la revista- el Ángel suspiró -organizaban festivales de música popular, los reportajes de Mona Moncalvillo lanzaban a la fama al elegido, escribía Hugo Paredero sobre espectáculos... es cierto que tuve problemas con mis superiores por culpa de algunas historietas. Por "El cacique Paja Brava"; "El Romancero del Eustaquio"; "Vida Interior"; "El Recepcionista de arriba" y por algunos capítulos de "Las puertitas del Señor López"...

-¿Y después que pasó?

-Pasó, que una cosa es tener al enemigo enfrente y otra muy distinta es coordinar las ideas de gente que piensa parecido, pero tiene intereses diferentes... en fin, las cosas no duran para siempre...

-Pero usted...

-Yo sólo soy un recuerdo para algunos pocos, el futuro llegó y es en technicolor, ¿quién se va a preocupar por un Angel Gris de historias tristes?

-¿No tiene historias nuevas?

-¡No, ya no entregan!... ¿se da cuenta? usted también está perdido. Sólo busca novedades... lo siento, pero no puedo satisfacerlo. Sólo me quedan las viejas historias, la del chico que volaba; la de las sirenas de Santa Rita; la historia de los Demonios del baño de la estación.

-Escuchemé, ¿para esto me hizo arriesgar? ¿Me arriesgué en este territorio para que me dijera que ya no tiene historias?. ¡Pero hágame el favor! ¡Paztenaca! ¿Y ahora que hago perdido en Parque Chas?

Me pidió que no me exasperara, que confiara en él y me llevó hasta la manzana acotada por las calles Berna, Marsellesa, La Haya y Ginebra.

-Usted dé vuelta la manzana y no se preocupe por mí, que yo no estoy perdido. Me hago el perdido, que no es lo mismo.

Saludé y comencé a dar vuelta la manzana con su última frase retumbando en mis oídos y cuando doblé en la segunda esquina desemboqué en Cabildo y Juramento, en pleno barrio de Belgrano.

El Angel Gris tenía razón: había una forma de salir de Parque Chas.