EL ÚLTIMO DÍA EN LA VIDA DE SATIRICÓN

Sentado detrás de su escritorio Oskar no lograba quedarse más de un segundo quieto, miraba dibujos, supervisaba chistes, anotaba ideas. Había vuelto de los Estados Unidos y decidí pasar a saludarlo para limar viejas rispideces.

-Si estás ocupado vuelvo otro día- le advertí

-No, hermano, quedate, ¿sabés que pasa? controlo todo porque tengo miedo que se manden alguna cagada.

Todos me lo habían advertido "Oskar está muy acelerado". De la vieja guardia quedaban muy pocos: Viviana Gómez contestando el Correo de Lectores y Rolando Hanglin como asesor creativo. Lanny acercaba ideas brillantes como las de sacar una tapa absolutamente negra en donde la única palabra que se viera fuera "coger", escrita muy chiquitita. Por esa clase de ideas cobraba. Del resto, nada. Todos nos habíamos ido. La editorial había cambiado su dirección. De las instalaciones en Callao al 500 se trasladaron a una modernas oficinas en la calle Maipú al 900. El cambio no sólo fue edilicio. A los pocos meses se instalaron relojes para que el personal marcara tarjeta.

-La voy a cerrar... por reformas, claro.

El anuncio me tomó por sorpresa. "Satiricón" me parecía eterna y nunca pensé que Oskar la cerraría por las suyas.

-¿No vende?

-Vende, pero no funciona. No sé qué es. Falta mística, fuego, antes vos le pedías chistes a un dibujante y se te aparecían Fontanarrosa, Crist con cincuenta chistes. Ahora estos pibes no sé quién carajo se creen que son. Te hacen quince chistes y se piensan que tenés que besarles los pies... faltan humoristas.

La sombra del Círculo Hermético revoloteaba la oficina.

-...no se dan cuenta de que trabajar en "Satiricón" debería ser un orgullo, una medalla en el pecho. Son vagos y pretenciosos. Hice todo lo que pude, organicé una jornadas en Mar del Plata, intenté que sintieran que estaban trabajando en un proyecto de leyenda. No lo logré. No captan el espíritu de "Satiricón".

Mientras hablaba, sus manos revoloteaban y su anillo creaba caprichosas figuras en el aire. El anillo, un fulgurante objeto de oro monogramado y que Oskar lucía en su dedo meñique era, según él, un toque de categoría, lo ubicaba en un status diferencial. Prestigioso o no, el anillo dibujaba trazos en el aire que me mareaban.

Su monólogo fue interrumpido abruptamente por el Secretario de Redacción de "La Cotorra", una revista pensada por Oskar para darle salida a todo el ratoneo "puerco" que los argentinos tuvieran en la cabeza.

-Oskar, conseguí una potra para la tapa. ¡No sabés lo que es!

-Si molesto me voy- repetí

-Dejate de joder, che. Miremos a esta potra, a ver si es como dice...

El Secretario de Redacción sacó de un sobre de papel madera un montón de fotos. Oskar las tomó y las soltó como si hubiera recibido una descarga eléctrica. Su silla rodó hacia atrás impulsada por su patada en el suelo.

-¡No!... ¡esa mina no!... ¡es una loca, sacala de acá!

-No está acá...

-...esa mina es una loca. ¡Ni se te ocurra ponerla en tapa!. Sacala de acá, sacala.

La "modelo" era un evidente yiro. El Secretario se fue sin hacer comentarios. Oskar y yo nos miramos, no había mucho que investigar y preferí no hacerlo.

-Como te iba diciendo. Estoy harto, no consigo lo que quiero. No soporto más los dibujitos que se hacen acá. Quiero algo más americano. Quiero que dibujen personitas ¡no logro que dibujen personitas! Todos hacen monitos estáticos...

La puerta se volvió a abrir, pero el soliloquio no fue interrumpido. Era la secretaria que nos traía el café. Oskar seguía con su arenga.

-¿Sabés una cosa? Yo sé que "Satiricón" va a volver, nos tomamos un descanso, hasta encontrar a la gente adecuada. No hay humoristas. Se acabaron. Hoy escribir, escribe cualquiera y "Satiricón" es otra cosa. Pero vas a ver, voy a juntar al Círculo Hermético. ¿Te acordás las cosas que hacíamos? No será hoy ni mañana, pero vamos a hacerlas de nuevo, cuando deje de preocuparnos la subsistencia. Cuando dejemos de pensar en la marca y el modelo del coche que manejamos. Cuando nos olvidemos de la familia y volvamos a reírnos de nosotros mismos, cuando recordemos que nacimos para morir y que no hay chiste más grande que ése. Entonces volverá "Satiricón".

El teléfono lo interrumpió.

-¿Qué pasa?... si, la orden es esa... que los delegados se vayan a cagar -colgó el auricular- ¿te das cuenta con lo que hay que luchar? Resulta que ahora tengo que consultar si tomo una decisión dentro de mi editorial para lograr más efectividad.

El teléfono lo volvió a interrumpir

-...mirá, no es ningún delirio, en la NASA, que es donde aplican este sistema, y yo lo vi, paran solamente veinte minutos para comer y trabajan sin hablar entre ellos. Si ellos lo hacen así y son capaces de poner naves en el espacio, supongo que la gente que trabaja acá, con el mismo método, podrán sacar las tres o cuatro revistas que hacemos...

Mientras hablaba por teléfono, miraba al trasluz unos slides que tenía sobre el escritorio y que me habían intrigado desde el comienzo de la charla. Oskar tomó uno y me lo dió. Cuando miré no podía creerlo. Una gorda -tremenda- se refregaba el pene de un negro corpulento por los pechos.

-Oskar, me tengo que ir

-Te acompaño. Voy a comer.

Cuando se paró, lo noté unos centímetros más alto y cuando observé con detenimiento descubrí que era gracias a una auténticas botas texanas. Por un momento temí que se pusiera el sombrero de cowboy que tenía sobre el escritorio. Ya bastante llamativa era la chaqueta con flecos.

En el ascensor lo interrogué:

-¿A donde vas a comer?

-Acá a la vuelta. Cada tanto voy a la Recoleta, pero hoy tengo mucho que hacer. ¿Por?

-Por nada. Me acordé de los almuerzos en "La Llamita"

-Ahhh... sí. Como olvidarlos... ¿Dónde quedaba "La Llamita"?