AGRADECIMIENTOS

Esta novela contiene: 7122 líneas, 50671 palabras y 251319 letras que dieron como resultado una aglomeración de: chistes viejos, datos fidedignos, originalidades de dudosa filiación, hechos que ni sus propios protagonistas recuerdan, hechos que preferirían no recordar, robos descarados, información de primera mano, censuras piadosas, recuerdos de personajes siniestros, lágrimas, chistes nuevos -o no recordables-, capítulos pretenciosos, risas, avisos clasificados, personajes tomados de prestado, admiración, farragosas moralinas pretendidamente existenciales, homenajes, compromisos ineludibles, vergüenza ajena, gente rescatada del olvido, repudios y desorientaciones.

Las fuentes orales de las que hemos abrevado para materializar esta historia fueron: Andrés Cascioli y Oskar Blotta, Carlos Ulanovsky, Carlos Abrevaya, Jorge Guinzburg, Alicia Galotti, Mario Mactas, Alejandro Dolina, Carlos Trillo, Anibal Litvin, Carlos Marcucci, Daniel Ripoll, Eduardo Maicas, Mario Sábato, Doctor Eduardo Miranda, Enrique Pavón Pereyra, "Garganta Profunda", "La Abogada" y "Pis & Caca no se rinde". Gracias por los servicios prestados a: Natalia Califano, Luciano di Vito, Eliana Braier, Marcela Luznik Somoza, Uri Leczicky, Daniel de Anchorena y muy especialmente a Vivina Gorbato, que hizo que la novela tuviera un final feliz.



PROSPECTO

Salvo para Chirino, matar por la espalda nunca fue visto como un acto caballeroso. Ver al verdugo, insiste el sentido común, es sinónimo de igualdad ante la muerte, así se trate de SWAT contra el drogadicto, con música de Lalo Schifrin.

El condenado a muerte, en cambio, puede elegir. Taparse o no. El pelotón será respetuoso de la voluntad del futuro difunto. Pero jamás se lo matará de espaldas.

Alguna vez un servicio apuntó al objetivo de una cámara. Las manos más rápidas del Oeste, sin embargo, fueron las del fotógrafo que supo inmortalizar el momento. ¿Qué era lo que temía el torturador?

Las cámaras Polaroid eran perfectas: teníamos las fotos en nuestras manos después del click, no hacía falta mandar el rollo a revelar. Una lengua fotosensible iba llenándose de Tías Lolas y Tortas De Cumpleaños. Pero el invento no funcionó. El momento inolvidable junto a los lobos marinos en la rambla de Mar del Plata o el "Cheese" delante del Cerro Catedral, se iba haciendo cada vez más borroso, la foto se opacaba, perdía el color y pasados algunos años era sólo pálidas manchas, rostros confusos, paisajes ambiguos. Las cámaras Polaroid no servían. Eran demasiado parecidas a la memoria.

La memoria es el recuerdo despojado de nostalgia. Su opuesto es la melancolía. Ese día papá nos había pegado, pero en la foto quedó el "Cheese". Qué felices que éramos! (acompáñese siempre la frase con al menos un signo de admiración). Esa foto nos vuelve a mentir: NOSOTROS NO NOS REIAMOS TODO EL TIEMPO.

Voy a intentar no hablar de mí. No es difícil mitificarse a través del silencio. Los grandes creadores son reticentes a los reportajes. Y tiemblo mientras lo escribo.

Personajes torturados en la boca de escritores torturados, mujeres calentonas inventadas por escritoras frígidas, jóvenes cocainómanos que salen de la pluma de escribas abstemios...digo que es ficción porque cualquier foto es ficción.

Y si me asustan las comas en el lugar errado, no me molesta, sin embargo, bajar. Que los que me conozcan no esperen genialidades: soy un invento de la prensa y la literatura. Sólo quiero contar la historia de la que fui parte integrante.

Cuando ellos miran las fotos, actúa la melancolía. Se ríen de la risa de los pantalones pata de elefante, se burlan de la burla a las instituciones, endiosan el endiosamiento que les dio la gente, desprecian el desprecio de los extremos...recuerdan que por entonces recordaban.

Pero si en ese entonces no veían al flash, ¿por qué le iban a disparar?. Ahora las cámaras son de video y la melancolía se llama TDK. Ellos están tranquilos, son responsables, ya no se ríen tanto, tienen un corazón que sigue bombeando, un cerebro que no para de funcionar, un cuerpo que pide más y un auto para sus familias. No está tan mal, dirán. En lo que a mí respecta, ya los perdoné.

BUENOS AIRES. 1992-1994