EL HERMINGWAY ARGENTINO

Cuando el Gesto se repite intermitentemente, puede identificarse como el pedido del que lo emite hacia otro para que se apure. Rapidez. En el flamenco también es común: suele acompañar a los bailarines en sus movimientos. Salero. En los oscuros sótanos donde el jazz es habitué, se puebla de espectadores -y hasta músicos- que producen el Gesto a intervalos regulares. Ritmo.

El diario "El País" de España, "The New York Times" o el local "La Nación", entre muchas otras publicaciones de todo el mundo, basan sus patrones de redacción en un conjunto de normas, reglas, conceptos éticos y estéticos englobados bajo lo que se conoce como "Libro de Estilo", "un código interno que trata de unificar sistemas y formas expresivas con el fin da dar personalidad al medio y facilitar la tarea del lector". Algunos, incluso lo han publicado para que la transparencia con el receptor del mensaje fuera total.

"Satiricón" nunca publicó su "Libro de Estilo". Demasiado abierto para un Círculo Hermético. Ni siquiera alguien se tomó el trabajo de redactarlo. Demasiado obvio para un Círculo Hermético. Era un Libro de Estilo oral. No, no era un Libro de Estilo, ni siquiera oral. Rapidez, salero, ritmo, podrían haber sido las palabras, pero Oskar prefería el Gesto. Mientras castañeteaba sus dedos, su antebrazo se movía de un extremo a otro describiendo un semicírculo superior, similar al movimiento del limpiaparabrisas. Si, así, como usted lo está haciendo ahora. ¿Se necesitaba más para saber que era lo que quería que fuese "Satiricón"?

De un lado del escritorio el Tano, Ula y yo mirábamos como Oskar, del otro lado, hacía el Gesto una vez más y no sabíamos -y él sí- que ninguno de los tres cumplía con los requisitos. Ninguno de los tres sabría castañetear y limpiaparabrisear al mismo tiempo. Limpiaparabrisear, tal vez. Es un movimiento oscilante, repetitivo. Aunque efectivo. Quedarse en un mismo lugar pero moverse a la vez. Más tarde Carlos Ulanovsky lo demostraría con sus artículos, Andrés Cascioli con sus diseños y yo, bueno...

"Para el Libro de Oro de Patoruzú todavía. Eso sale sólo, pero no para esto. Para esto hace falta algo más..." y volvía el Gesto. Después de unos segundos de silencio que para mí fueron insoportables -no estaba acostumbrado a los verdugueos de las redacciones- Ula tiró un nombre. Para Oskar no significaba nada. El no era un gran seguidor de los medios, para decirlo con diplomacia. "Bueno, que venga" dijo, como si le estuviera pidiendo un café a su secretaria, secretaria aún inexistente. El aviso clasificado pidiendo una iba a aparecer el lunes y depararía a la redacción más de una sorpresa. Dos. Cuando salíamos del despacho Blotta completó a la distancia "Y esperemos que sea bueno".

El peso había sido descargado y no hacía falta que Ula nos dijera que se había arrepentido. "No sé si sirve para lo que queremos hacer...es distinto ideológicamente...está trabajando en 'Gente'....es más... frivolón"

Ese día se inauguraba "Bamboleo", la boite del año 2000 y ni Carlos, ni Andrés, ni yo teníamos pensado asistir. Frivolidad pura, un chivo por un vaso de whisky. Para entrar había que tener la credencial de un medio. Zafamos con la identificación que tenía Ula de "La Opinión" -"somos tres: periodista, redactor y retratista"-. Estabamos adentro.

Rubias contorsionándose al son de un organito twistero con ojos lindantes con el orgasmo múltiple ocupaban el centro del lugar, escoltadas por morochos patilludos de bigotes, vaso de whisky en una mano, faso en la otra, mostrando orgullosos que tenían pelo en el pecho. Ninguno parecía ser Mario Mactas.

A juzgar por la decoración, la forma del año 2000 sería la espiral y el color, el plateado. En el siglo XXI la música no iba a ser muy distinta a la de 1972 y las conversaciones tampoco. En el rincón más oscuro del lugar, y cuando ya habíamos censado a media centena de medallones de la paz, estaba nuestro hombre con el vaso y el faso de rigor y acompañado de una mujer con la que reía discretamente aunque con ganas. Una risa inglesa.

Aunque no veía a Ula desde hacía casi un año, lo saludó distraídamente y como si lo hubiera estado esperando, después de terminar una frase acerca de las islas de seborrea que coronan los blazers de los estudiantes secundarios. La dama rió y fuimos presentados. Su nombre era Helena Goñi y había venido a cubrir la inauguración de Bamboleo para la preclara revista "Gente", el boom del momento. Mario Mactas, compañero de redacción, la estaba acompañando "para respirar el sabor de la música progresiva y el whisky nacional". Les divertía transformar lo que observaban en clichés periodísticos. "Ese muchacho podría estar imponiendo el 'paso Parkinson'"; "Ya sabés: la mezcla de patchouli, marihuana y sudor es 'la fragancia del nuevo milenio'"; "Mirá ese tipo: tiene el cinturón tan alto que parece colocado apenas debajo de la nuez de Adán. Pone 'la moda bozal'"; "Si querés una mezcla de neorrealismo y snobismo hacele un reportaje al chicuelo de barrio venido a nuevo rico que está danzando sobre esa mesa". Risas.

Sarcásticos voyeurs, cambiarían su anonimato a la hora de estampar la firma que luego aparecería en letras de molde. Ahí la cosa sería al revés. Los parkinsonianos, los chicuelos de barrio y los del cinturón alto comprarían la revista y se solazarían de estar a la moda. "Gente": el cuento del tío disfrazado de revista.

A decir verdad Andrés y yo habíamos pasado a desempeñar el papel de voyeurs de los voyeurs, pero Ulita estaba verdaderamente incómodo. Cada frase de los periodistas de la noche era un puñal en su espalda. Acostumbrado a la crítica sesuda y la palabra santa que el irascible Timmerman imponía en su diario, al menos debía hacer conocer su oposición.

-Chicos, dos periodistas y un fotógrafo para una nota de un boliche ranfañoso! ¿Qué espacio le van a dar?

-Tapa y doble color ¿por?

-Vos sabés Carlos -agregaba Mactas- la eterna dicotomía entre lo "in" y lo "out"...

-...-fue la respuesta de Ula mientras veía como una muchacha de vincha y buena silueta, aunque poco interesada en cuestiones de ética periodística, se sentaba en las faldas de su amigo frivolón y le estampaba un rotundo beso.

-Caramba mi amor...¿eso es todo lo que tenés para declarar a la revista "Gente"?- le preguntó Mactas cuando pudo librarse de su lengua.

-¿Son de "Gente"? -preguntó la recién llegada como si no lo supiera.

-Siii...-y el tono era pedagógico- de "Gente de Villa Crespo", un periódico modesto, pero solidario, comprometido con la problemática del barrio y sus alrededores. En el próximo número aparece una nota de diecinueve páginas redactada por el periodista especializado Carlos Ulanovsky titulada "El arroyo Maldonado: una lectura social de un fenómeno de masas".

-Mario...no me cargués...

-Y te recomiendo especialmente mi nota "Warnes con brillo y glamour", un relevamiento de la paqueta calle de los repuestos para autos. ¡Ah! A propósito chicos, les doy la primicia: los carburadores están "out". ¿Entonces, querida? ¿Te gustaría ilustrar mi informe posando desnuda con el pistón en la mano? Serías la ninfa de todo taller mecánico...

-No sé...-balbuceó la modelo con la misma cara de póquer que había puesto Carlos un rato antes- a mí el portero me dijo que eran de "Gente y la actualidad"...

-¡Ahh! Te pisaste, pequeña! No viniste a mí atraída por el magnetismo de mi encanto señorial, sino para saltar a la fama como chica de tapa de una publicación superficial y llana.

-Sí- dijo, confundida la boba, que ya no podía disimular su estado alcoholizado.

-Pero, ¿con qué condiciones contás? ¿Hiciste un curso de corte y confección? ¿Cuántas materias te llevaste a marzo? ¿Leíste a Borges? ¿Cuáles son tus medidas? ¿Te querés acostar conmigo?

Tres hombres y una mujer viendo como Mario gastaba y/o trataba de levantarse a un minón digno de "Bamboleo". Carlos incómodo, Andrés aburrido, Helena riendo por lo bajo y yo con curiosidad mirábamos una escena que había empezado con risas y que ahora, en el preciso instante en el que la chica se desabrochaba la blusa y Mario tenía al alcance y voluntad de sus manos esos pechos de futura "cover girl", viraba hacia lo non-sancto.

-Mario, vinimos a hacerte una propuesta laboral...-arriesgó Ulita pensando que quizás habíamos dejado pasar demasiado tiempo.

Pero Mario había decidido que las frases mordaces de ahora en adelante pertenecían al terreno de la intimidad entre él y la de vincha y -ahora- gomas llamativas y nos dedicó un gesto de despedida no del todo cordial.

-Se los advertí- soltó Ula -Vamos, hay candidatos de sobra.

Una vez más veía como "Gente" y "La Opinión" se estaban convirtiendo en dos sectas del mundillo periodístico. Siempre hubo gente "Gente" y opinadores "La Opinión". Porque los "La Opinión", opinaban. Todo lo que "hacía a la realidad nacional e internacional" era opinable por los muchachos de "La Opinión".

El diario era un verdadero suceso periodístico con algunos jóvenes y otros que ya no lo eran tanto que cuidaban el estilo, escribían bien y no caían en el lugar común o el título sensacionalista. Su mentor, Jacobo Timmerman centralizaba todo en su persona e intentaba delegar lo menos posible en otros. Algunos lo llamaban tirano y no resistían mucho, otros preferían calificarlo de "genio". Sin fotos, con poca importancia para la sección deportes, "La Opinión" no aparecía los lunes "porque los domingos no pasa nada", decían sus apologistas, aunque la razón de fondo era que los domingos había que pagarlos doble y Timmerman quería ahorrarse ese plus. El diario tomaba como patrón a "Le Monde" y en sus páginas podían leerse firmas como Horacio Verbitsky, Tomás Eloy Martínez, Juan Gelman, Miguel Bonasso, Miguel Brascó, Dante Panzeri o Carlos Ulanovsky. Firmar en "La Opinión" era un privilegio e implicaba el inmediato reconocimiento en los círculos intelectuales. Sus redactores tenían fama de pedantes y el pocillo de café era su escudo de armas en este combate que todavía no tenía muy bien definido al enemigo. "Diez noticias en un día son útiles y comprensibles; cien soportables; mil, abrumadoras, incomprensibles e innecesarias", era la prédica de Don Jacobo.

Del otro lado, la gente "Gente". La palabra intelectual no sólo les era ajena a los periodistas de esta revista, sino que parecían haber superado ya esa instancia. Nihilistas a destiempo, los cronistas de "Gente y la actualidad" jugaban con sus lectores a un juego en el que ellos podían espiar las cartas y el público sentir que ganaba el partido. Entre los periodistas de "Gente" había jóvenes como Lanny Hanglin, Chiche Gelblung, Mario Mactas, Victor Sueiro, Jose de Zer o los hermanos Algañaraz. En la redacción de "La Opinión" lo común era el trabajo y la seriedad de los periodistas responsables. Siempre la tensión del cierre diario. En "Gente", cada vez que se podía, se jodía. El cierre semanal daba para huevear.

"La Opinión" era en blanco y negro. "Gente" en color. A veces "Gente" hablaba de política, pero se sentía más cómoda, en su salsa, mostrando al hijo de Palito y Evangelina o vitoreando la mesiánica llegada de "Bamboleo, la boite del año 2000" a Buenos Aires. Las cosas eran buenas o malas. Si había una explosión, podíamos ver la pierna sin cuerpo de uno de los abatidos, en un logrado primer plano y horrorizarnos "a lo Gente". El lenguaje era fresco, mucho más informal que el resto de las publicaciones de la época. Se leía rápido y hasta producía adicción. "La Opinión" era para leer los domingos a la tarde, con tiempo. "Gente" se leía en la peluquería, antes del corte, y era tema de conversación con el peluquero. Las firmas de "Gente" no importaban demasiado. Pagaban relativamente bien. Y se obtenían favores adicionales, como los de la de vincha con Mario, redactor apenas, que camuflado en secretario de redacción le estaba vendiendo a la modelo venida a más, una tapa de la revista que todos comentaban.

-Muchachos, esperen -nos gritó desde el rincón oscuro -¿de qué propuesta laboral me querían hablar? ¿No será como cronista de la noche de "La Opinión"?

El inquirido fue Carlos, pero miraba para otro lado.

-No- respondió Andrés mecánicamente - una revista nueva. De humor. La va a lanzar una agencia de publicidad.

-Miren, no estoy en estado para hablar de trabajo en este momento -y señalaba a la chica, que todavía tenía la vincha puesta -pero si quieren nos reunimos. Yo estoy muy conforme en "Gente", como verán...

-Sí, ya vemos

-...pero nunca una propuesta debe ser desatendida. Así que, Carlos, llamame a la redacción y nos reunimos. Así te puedo decir que no acepto con más sentido del humor que el que tengo hoy. Chau muchachos, un gusto en conocerlos. Siempre serán bienvenidos a "Bamboleo, la boite del año 2000".

Cuando salimos a la calle, los primeros cinco minutos fueron de silencio. Después Carlos intentó un tibio "buen tipo Mario", pero Andrés lo inundó de puteadas por haber elegido precisamente ese lugar para hacerle la oferta "a ese tipo". Yo los miraba discutir.

El año 2000 encontraría a "Bamboleo" convertido en un local de videojuegos.