UN DIA EN LA VIDA DE SATIRICÓN

Pocos de los que se incorporaron después sabían que "Satiricón" salió a la calle sin lo que en periodismo se llama el "Número 0", un número de prueba para corregir errores y medir el ritmo de trabajo. Con "Sati" eso no fue necesario, aunque muchos la consideraron un híbrido entre algo que se proponía como alternativo y el humor gastado de las revistas tradicionales.

Carlos Blotta, alias "Blotita", había trabajado con Dante Quinterno -creador de Patoruzú e Isidoro Cañones- en el film "Upa en apuros", el primer largometraje de animación argentino. Blotita era querido por los de la vieja camada, admirado por sus colegas, respetado por los nuevos y su aspecto bonachón le sirvió siempre para conciliar crisis y aplacar ánimos. Muchos decían que en los tiempos duros de la revista Oskar llamaba a su padre para superar los conflictos y Blotita iba. Podías estar peleado con tal dibujante o tirar la bronca contra la dirección, pero Blotita era sagrado. Y su aura no era sacra, sino todo lo contrario. Le gustaba joder y que la gente se enganchase.

Una tarde de otoño Blotita conversaba con Dante Quinterno sobre el "Libro de Oro de Patoruzú 1973", una publicación anual de su editorial de clima festivo y bastante exitosa que rescataba los hechos más importantes del año que se iba. "¿No te parece que te estás quedando en el tiempo?. Nosotros ya somos viejos. La gente joven está con la música progresiva, mira más televisión, lee menos y es la que a la larga o a la corta va a consumir tus revistas. ¿Por qué no remozás un poco las cosas para este año?"

Quinterno disentía. La revista se vendía bien, se hacía con los ojos cerrados, los anunciantes eran de fierro, recibía cartas de todo el país felicitándolo por su "humor para toda la familia"...Los chistes no le parecían geniales, pero sabía que no siempre su gusto coincidía con el de la gente.

Algunos "chascarrillos" del "Libro de Oro": Para hacer economías aquella empresa enviaba a los clientes y amigos, tarjetas deseándoles un feliz y próspero 1972, 1973, 1974, 1975, 1976...; Por cada hombre que llega a los ochenta y cinco años de edad, hay siete mujeres...pero para entonces, ya es demasiado tarde; Las damas entradas en rollos no deben preguntar qué tiene una de 90-60-90 que no tengan ellas. Corren el riesgo de que le digan qué; Siempre admiré a mi padre, al punto de que cuando murió juré seguir su ejemplo. Y efectivamente, algún día moriré. ¿Qué tenían de malo? Eran pícaros y chispeantes, dos palabras muy usadas por el staff de Quinterno.

"Mirá, mi hijo tiene una agencia de publicidad". Y tiene pocos clientes. "Le gustaría ayudarte". Y ganarse unos mangos. "Tiene un equipo creativo muy potente", él y un Director de Arte. "Y a lo mejor salís ganando con el cambio", y ellos empiezan a laburar.

Quinterno sabía que no debía matar un éxito, que no había necesidad de reformas y que el hijo de Blotita todavía hacía palotes en las lides publicitarias. Pero no le podía fallar a su amigo. Aunque más no fuera para rechazarlo después.

"De acuerdo decile que me mande algo, su proyecto de como sería la nueva revista". El "sin compromisos" de Blotita lo animó a dar el OK. Después de todo, si la revista era buena, la sacaría como una publicación independiente.

"¡Estos chicos no saben lo que es sugerir! Todo tiene que estar explícito. El humor es elaboración y no al pan pan y al vino vino. Chicas desnudas y política son para los países maduros. Es muy fuerte para la época. El poder político no la va a tolerar y la gente se va a escandalizar. Yo se lo que te digo. Tengo treinta años en esto y me la se lunga"

Blotita volvió con la carpeta rechazada. Oskar quería hacer un humor yanqui con pinceladas autóctonas. Venía de Estados Unidos, de publicar en "Penthouse" y "Playboy" y estaba convencido de que ese humor zafado podía enganchar en la Argentina. "Y si estás tan convencido hacela vos" fue la frase que necesitó de su padre para decidirse a jugar a la ruleta rusa. Andrés Cascioli, su socio en la agencia, decidió engancharse y Oskar agarró el revólver. Blotita consiguió a amigos de renombre (Landrú, Cesar Bruto, Oski, Lino Palacio) para que colaboraran y Oskar movió el percutor. Sus clientes de la agencia aceptaron hacer el intento y Oskar apretó el gatillo. En la primavera de 1972, Aurea Editora -luego "Editores Asociados"- ponía en la calle el primer número de una publicación mensual de nombre "Satiricón" (por ser usted 4$). Aunque se oyó el ruido del disparo, en ese momento al menos, nadie vio sangre.

-...Escribo a máquina, sé taquigrafía y hablo perfectamente inglés y francés

-...En la máquina me defiendo...

-...Me separé hace dos meses. Tengo un hijo, necesito trabajar, porque mi ex no me pasa nada de dinero, yo escribía rápido a máquina, pero durante los cinco años de matrimonio no hice nada, estoy falta de práctica...

-...tengo dieciocho años, estoy estudiando Derecho, mi familia me manda plata pero sólo cubre el alquiler...

-...No podía creerlo. Después de trabajar quince años en la misma empresa me dejaron en la calle.

Oskar no podía sacarse de la cabeza a la primer entrevistada.

-Estuve en México, trabajando como modelo publicitaria. Antes de irme tuve algunas experiencias periodísticas en la revista "El mundo de los cronopios", que dirigía Olga Pinasco...

Esa primera entrevista había sido auspiciosa. Oskar intuyó que esa flaca con aire a Barbara Streisand tenía potencial.

-Yo no te quiero de secretaria, te quiero en la redacción, escribiendo.

Durante la entrevista Alicia sintió la extraña sensación de comprender todo. Nunca lo había visto, pero era como si lo conociera de años.

-Andrés, todavía no conseguí secretaria, pero tengo una mina para la redacción. Parece bastante piola. Tiene experiencia en periodismo.

Andrés no discutió. Suspiró y lo apuró por el tema de la secretaria.

-No te preocupes, tengo un par en la mira.

Mintió. Tenía una en la mira: Viviana Gómez. Oskar dio vueltas un par de días y finalmente la llamó. El puesto era para ella. Empezó como secretaria, pasó a contestar el correo de lectores y al poco tiempo se casó con Oskar.

Alicia Galotti venía de un hogar tradicional (gorila), pero había sido educada en total libertad. Cuando leyó el aviso buscando el puesto de secretaria venía de una estadía en México.

A mí la tapa me parecía poco ganchera y hasta con un cierto tufillo patoruzesco, todos y cada uno de nosotros estábamos arrepentidos de la nota que habíamos escrito, algunos temerosos miembros del staff protestaban porque en el reportaje Libertad Leblanc mostraba demasiado sus pechos, la parte comercial temía que los anunciantes retiraran sus avisos, y cada miembro de la por entonces discreta redacción podía adivinar con qué empapelaría su casa la semana siguiente.

En eso, alguien interrumpió nuestro pesimismo: "Che, además nos olvidamos de poner el epígrafe a todas las fotos". Gracias.

"Oskar, hay un tipo que los quiere felicitar por la revista", fue la frase de Viviana que nos hizo levantar las cejas. La revista había llegado a los quioscos la noche anterior y ya había gente que nos venía a cubrir de elogios. "Decile que pase".

No era el "target" que esperábamos. Se conservaba bien para sus setenta y ocho años a pesar de exhibir una tos militante que arrojaba gotitas de saliva y flema a cada temblequeante paso. Cual aguas de Moisés, todos nos abríamos para evitar esa lluvia virósica. El periplo terminó en el escritorio de Andrés. "¿Qué se le ofrece abuelo?" inquirió sin sentido de la diplomacia el Director de Arte antes de una nueva catarata de su interlocutor. "¿Cómo abuelo? ¿Cómo abuelo? Aún me conservo...", reprochó sin, afortunadamente, oír los chistes que los vivillos de turno soltaban por lo bajo. "Muy...buena la...eh...revista", continuó, probablemente olvidándose de que su queja previa no había tenido rectificación. "Gracias, ¿qué fue lo que más le gustó?". Y todos temblamos. "El reportaje a Perette". "Cuanto me alegro", mintió Andrés y dejó ver el interés que tenía por la conversación cuando le propuso acompañarlo a la puerta, sin aclararle siquiera que nadie en esa revista le había hecho un reportaje a Perette. El clima de depresión volvió a la mesa de trabajo hasta que una voz -quizás la misma que antes- rompió el silencio "¿che y si se confundió a Libertad Leblanc con Perette?"

Empezamos a ver cada vez más seguido al cartero. Primero fueron las boletas (muuuchas boletas), pero después la proporción de cartas para el "Correo umbilical de lectores" se fue engrosando: sesenta por día era para agrandar a cualquiera. Viviana Gomez Thorpe encabezaba esa sección sado-masoquista donde el que escribía a la revista sabía que podía ser tratado mal. La idea inicial de los dos publicitarios era hacer un Club de Lectores que convocara a un grupo de pertenencia virtual, informal y exclusivo a la vez.

Los pies de página fueron otro detalle distintivo de la revista. Actualmente se atribuyen la autoría de estas frases Jorge Guinzburg, Alicia Galotti, Mario Mactas, Carlos Ulanovsky, Andrés Cascioli, Oskar Blotta y yo. Puede que en realidad todos colaboráramos un poco, pero que en la última etapa, la función estuviera centrada en el dúo Guinzburg - Abrevaya (Laurel & Hardy). Sin embargo el origen de estos "pies" que aparecían en la "cabeza" hay que buscarlo en un extraño a la revista, Carlos Marcucci. Pedro Ferrantelli, encargado de la parte comercial de la naciente empresa, se había entusiasmado con una revista humorística semiunder llamada "Los humoristas", sobre todo con esas frasecitas que aparecían en la parte de abajo de cada página. El director era el futuro personaje de historieta Marcucci. "Satiricón" ya era proyecto cuando Ferrantelli le ofreció a Marcucci integrarse al staff. Marcucci aceptó entusiasmado, sobre todo con la idea de empezar a ganar dinero haciendo humor. Dejó su teléfono y hasta el día de hoy está esperando que lo llamen.